Cabreado

Hola,

Ya hace 6 días que estoy en casa: las primeras impresiones han sido en general buenas... El clima me sonríe, la vida es evidente (estoy en una ciudad de verdad, con mayúsculas) y, al mismo tiempo, un precioso ordenador ha recorrido ya medio mundo (salió de China el 11 de Marzo, paró en Bahrein y Dubai. Después fue personalizado y, desde allí, fue enviado a Holanda... Ahora está en algún almacén en Madrid esperando el siguiente envío hacia su dirección final) para, si todo va bien, el 30 de Marzo ser recibido por los futuros y orgullosos dueños...

Ello no quita que, sin embargo, algunas cosas no vayan bien... Este post pretende sumarizar las cosas que estoy viendo, las cosas que no me gustan, las cosas que, en definitiva, me han echado de mi país, ese que en la distancia amo y que, en su día a día, me enfada y me cabrea como pocas cosas en esta vida...

"En estos días inciertos", que diría aquel, me doy cuenta del primer pecado de mi preciado país: la falta de responsabilidad personal... De pronto, todo el mundo se queja de lo mismo pero, eso sí, nadie es culpable de nada... "La crisis económica" es la culpable de todo, sin entender que las montañas están formadas de miles de granitos de arena...

Llevo una semana escuchando lamentos pero, sobre todo, llevo toda una semana escuchando bravatas, buscando cualquier excusa para no aceptar lo que la situación muestra: que la hemos cagado entre todos y, que entre unos y otros, la casa está sin barrer y que, ahora sí, lo fácil es culpar a los demás, en lugar de hacer examen de conciencia...

Cuando me quejo de "nuestros amigos del norte", me quejo de su carácter aislado... Sociedades donde los amigos se hacen en el colegio, pocos además, de ahí que, cuando llegas, tienes que ser fuerte para soportar el aislamiento (si no quieres caer en la burbuja expatriada, que es como estar sin estar)...

Nuestros amigos del norte, como digo, son complicados en relación a nuestro carácter pero, al mismo tiempo, tienen sus virtudes (nunca pierdo eso de vista, cuidado)... Una de sus virtudes es el concepto de responsabilidad personal, entendiendo como tal que cada uno acepta las consecuencias de sus actos y que, cuando uno comete un error, acepta su responsabilidad en el mismo, tomando entonces las pertinentes acciones para subsanarlo (aún a costa de tu hígado: esa es la parte que a mi no me gusta)...
Aquí no: ante la duda, la culpa es siempre de los demás... Y eso me cansa: llevo una semana escuchando sermones dignos de libros de auto-ayuda (siendo positivo) o, directamente, soflamas de todo tipo haciendo responsables a terceros de los errores de uno mismo...

Y esto lo llevo mal... Lo llevo muy mal, de hecho...

El otro día, comentaba con una persona la situación económica... Me habló del drama del paro y demás y, como no, le di la razón (los que me conocen, saben que me cuesta cero decir "Tienes razón" y, contrariamente a la creencia, me encanta estar equivocado, porque así me desafío a mi mismo y aprendo más y mejor)...

Hubo un momento en el que tuve que parar y decir el muy socorrido: "Tu eres consciente de que yo me he tenido que ir de este país, Verdad?" (estoy escribiendo en un teclado inglés-internacional, así que no puedo hacer los puntos de exclamación e interrogación, lo siento :-))... De pronto, tuve que parar aquello y tener que decir lo que pensaba (suelo ser comedido en según qué ambientes) y decir aquello del "Tenéis lo que os merecéis: no busquéis culpables fuera de vuestra propia responsabilidad personal"...

Hace mucho tiempo que, debido a mis convicciones personales (de rango variable, también es cierto: los tontos se quedan en las ramas, pero los listos ven el tronco del árbol que guía a las primeras), decidí tomar un camino del que cosas buenas, malas y horribles se han deparado... Los que me siguen desde hace unos años saben de lo que hablo: el dejar la empresa en la que estaba con un sencillo: "buenos días: me voy", hasta mi primer intento en tierras teutonas, donde la cosa no fue como esperaba, la vuelta al terruño, donde mi querido país me recibió y me trató con los honores debidos del traidor que intenta escapar (desde luego que aprendí la lección) y, por fin, la última escapada hacia "las provincias rebeldes" que diría un buen amigo que, esta semana, él sí, me ha hecho sonreír...

En ese viaje, cosas buenas, malas y horribles pasaron: patearme un país entero, yendo a lugares increíbles para hacer entrevistas de trabajo y contarles mi vida, quien soy, qué hago allí, porqué me fui "de un lugar con buen clima y mejor comida"...
Durante 18 meses, batallé en semi-soledad (en especial en Flandes) y aprendí a resistir como buenamente pude... Aprendí a cuestionarme a mi mismo, a aceptar mis debilidades y, sobre todo, aprendí a aceptar mis virtudes... Nos han educado para dar pena, porque venimos de un país donde el éxito o las buenas cualidades se pagan (la envidia es nuestro pecado, como el pecado de "los jodíos herejes" es la soberbia)...

De mi viaje anterior, sin embargo, saqué una lección aún mayor: desarrollé mi sentido de la responsabilidad personal hasta límites insospechados (el día que un alemán te dice: "eres más alemán que un austriaco" sabes que vas por buen camino)... Aprendí a aceptar mis errores de juicio, sin, eso sí, cambiar un sólo ápice mi carácter (soy español: bajito, mal encarado y con la extraordinaria capacidad para insultar a tu madre de 18 formas distintas)...

De ahí que, hoy, una semana más tarde, esté cabreado y harto: tenemos lo que nos merecemos y, a pesar de todo lo que sucede, sólo cuando aceptemos nuestra parte del problema y aceptemos las consecuencias de nuestros actos, podremos seguir adelante, sin cambiar lo que somos (nunca serás como un danés, por más que lo intentes, porque ni lo eres, en primer lugar, ni ellos, más importante, quieren que tu lo seas)...

También en esos viajes aprendí una terrible lección: la soledad ha invadido mi vida y, de pronto, no sólo no necesito a nadie a mi alrededor, sino que lo rechazo de plano... Mi libertad se basa en aceptar mis errores sin que nadie salga herido: no quiero que nadie pague por mis equivocaciones y, sobre todo, no quiero que nadie condicione mi toma de decisiones... Ser libre no es gratis, eso lo he aprendido con el tiempo y, aunque a veces es duro, al menos a mi me compensa...

Todo ello viene al caso de este post: todas las cosas que estoy viendo me enfadan y, curiosamente, al leer a Pérez-Reverte estos días (regalazo de mi Hopkins que, como ya sabrás, como él no hay dos, a pesar de que Ferrán Adriá use Mac, hihihihi :-)) descubro como en el siglo XIX, en aquel intento de democracia del año XII, nuestro pueblo ya usaba los mismos recursos que, casi 200 años más tarde, sigo escuchando, si ya no en tabernas, en preciosos y decorativos salones de café americanos (de esos que a Igor le encantan :-)).

No sé cómo saldremos de ésta, pero saldremos (el mundo sigue, como bien sabes)... Eso sí: si aprendemos a no culpar al vecino, al ayuntamiento, a la comunidad o al gobierno y, en su lugar, aprendemos a mirarnos al espejo y a decirnos: "Lo que me pasa es el fruto de mis acciones y la forma de solucionarlo es..." entonces saldremos adelante más rápido, de forma más precisa y, sobre todo, de forma más serena...

No esperes que nadie solucione tus problemas: si necesitas ayuda pídela y, si te piden ayuda, ofrécela (eso es lo que no hacen allí arriba y no es bueno: aprendamos de sus virtudes y de sus errores también), pero no esperes que tus problemas los solucionen los demás o, como ya te digo, no recurras a lo de "la culpa es del gobierno" porque así llevamos desde el siglo XVI y mira lo bien que nos ha ido...

Un abrazo: Madrid prevalece.

Paquito.

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