Sin Rusia no hay paraíso

Buenas,

Es un maravilloso y soleado domingo en Amsterdam: siguiendo la lógica del capítulo anterior, hoy debería haber empezado a escribir mis aventuras en Moscú durante los últimos días y, con ellas, un montón de anécdotas de éste que te habla, dándolo todo, en la capital de la Federación Rusa, como sólo un pequeño español puede hacerlo :-))

Peeeeeeeero... Las cosas a veces no suceden como uno quiere: quédate conmigo un ratito y te lo cuento con los detalles que, en este caso limitados, podré ofrecerte...

Hace dos semanas, la cosa empezó mal: el miércoles por la noche, volviendo a casa del trabajo, en mi habitual caminata por la zona en la que vivo (y que, insisto, para la "Madre Oficial" y las pseudo-madres que me van saliendo por el mundo: es completamente seguro y, de parar a alguien "sospechoso" en la calle, a quien paran es a mi) noté que no me encontraba bien, de aquí que, el jueves, me lo pasara en cama descansando.

Esa misma tarde, en conexión con Madrid, Chiflins hace el comentario del año ante la situación de mi viaje y el Tsunami:
Chiflins: Por cierto...

Paquito: Dime.

Chiflins: Con lo que ha pasado, ten cuidado con lo que cantas en Moscú.

Paquito: ¿Cómor?
Chiflins: No te vengas arriba y acabes rememorando a Rocío Jurado: cuidado con esto.
Paquito: ¿Qué?
Chiflins: Sí... Que no cantes lo del "¡Como una olaaaaaaaaaaaaaaaaa! 
O como supo resumir muy bien Rachid, hace muchos años, en una partida de Scatergories:
XXX: Comenzando por A, cosas que te dén miedo.

YYY: ¡Arañas!

ZZZ: ¡Avispas!

Rachid: ¡Amigos!
Nota al margen: se la dieron por buena.

Ya en la oficina el viernes, volviendo al tema, en los planes originales del viaje a Rusia aparece un imprevisto y, raudo y veloz, comienzo a buscar soluciones, vía plan B, para que dicha circunstancia no afecte a una parte importante del propósito de la visita a la oficina de Moscú.

A las 15:00, por tanto, conseguimos capear el temporal y, mientras tanto, con nuestra assistant aquí, y con Elza (que es mis ojos en Rusia) en la oficina de Moscú, coordino unos pequeños cambios en el plan...

"Informar a todo el mundo, explicar el impacto, seguir adelante" nos ponemos como máxima. Parecía fácil sobre el papel, pero la locura sólo acababa de empezar.

A las 15:30 la persona que viene conmigo anuncia que, definitivamente, no puede viajar y que, quizás, el viaje tenga que cancelarse. "Vamos a ver si podemos mantener el tuyo" me explica, dado que, mi visita, tiene unos propósitos adicionales a nuestra visita conjunta (de ahí que, además, yo haya planeado quedarme dos días más).

Una hora más tarde, por tanto, la noticia se confirma: "Viaje cancelado"... Son las 18:30 en Moscú y la gente se ha ido de la oficina, un par incluso de vacaciones. Tengo que anunciar a un montón de gente (algunos de ellos a un nivel muy alto) lo sucedido, explicando el impacto y, en la medida en la que pueda ser posible, alguna alternativa o solución al entuerto...

"Elza. Soy Paquito: anula hoteles y taxi al aeropuerto. Viaje cancelado para ambos." reza el SMS que le mando a la assistant más encantadora de la Federación Rusa (porque, aunque esté mal decirlo, como mi Elza no hay dos :-)). Afortunadamente tengo su teléfono móvil y su confirmación me alegra: "un problema menos" le explico a la otra persona, quien me ha pedido que me encargue de todo...

La assistant italo-holandesa más maja de este lado del río Amstel (otra que tal baila: he tenido la suerte de tener las assistants más encantadoras del mundo siempre cerca de mi) se encarga mientras tanto de los billetes de avión y de un par de cosas más: la logística se desactiva de forma satisfactoria y, ahora sí, queda la parte "política" de la cancelación.

"Buenas tardes: el motivo de este correo electrónico es anunciar que, debido a bla bla bla bla, hemos de cancelar nuestro viaje y nuestras reuniones, bla bla bla bla"... Empieza diciendo mi correo electrónico. En ese mismo correo electrónico, además, detallo cuales van a ser nuestras acciones alternativas (el "Plan C") y, de paso, siendo como soy, mi compromiso para garantizar que esta cancelación tenga un impacto mínimo en el negocio y en el propósito original de la visita.

Lo siguiente es reprogramar todas las reuniones que tenía allí: decido adelantarlas a los primeros días y, además, decido utilizar la video-conferencia y la tecnología para hacer una serie de cosas que conformaban mi agenda por aquellas tierras.

Ello supondrá que, durante esta semana, me habré estado levantando a las 5 de la mañana y, vía telefónica y web, habré formado a una persona a partir de las 7 de la mañana aquí en Holanda, pudiendo así  igualar el horario moscovita y poder así empezar puntualmente a las 9:00 de allí.

Lo último, por tanto, es explicar a todo el mundo los cambios de planes y las alternativas a los mismos: todo queda explicado y terminado sobre las 8 de la noche del viernes hora a la que, por fin, anuncio vía SMS que "todo está explicado y reajustado: impacto reducido al mínimo. Otra vez será".

Durante esta semana, como ya digo, me habré estado levantando a las 5 de la mañana y, a las 6:30, entraré en la oficina para encontrarme a una única persona trabajando en su escritorio: debido a la que la oficina posee un sistema de detección de movimiento, mi ala se irá encendiendo poco a poco, con cada paso que daré hacia la oscuridad que anuncia la sala donde estaré recluido durante las siguientes horas (una sensación interesante y curiosa lo de que el edificio se ilumine a tu paso, si se me permite la observación :-)).

Los que me ven por aquí se ríen cuando, por las mañanas, entro a grito pelado dando los buenos días. Lo que ellos no saben es que, aunque parece que todo es maravilloso y fantástico, para llegar a ese estado de perturbación mental (seamos sinceros: algo de eso sí que hay :-)) necesito al menos llevar despierto 2 horas, lo cual quiere decir que, para que tu me veas como una rosa a las 9, tendré que levantarme a las 7, cumpliendo así los 120 minutos de rigor necesarios para cargar el sistema operativo en mi cerebro.

Por tanto, para estar feliz como una perdiz a las 7, la cifra mágica es "5". Y para que esa felicidad mía esté a punto, en el momento en el que el teléfono hace "bip bip", indicando que alguien ha entrado en línea y puedo empezar "el show", estoy en pleno proceso de carga. Esto es una pista esencial a la hora de explicar porqué:
1. A las 6:45 hay alguien en una sala en la oficina poniendo música a todo volumen.
2. A las 6:45 hay alguien que ya se ha metido 5 cafés en el cuerpo.
3. A las 6:45 está el español zumbado dando tumbos por la oficina, bailando y dando palmas, al grito de algo así como "Soyunarumberaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!"
La persona que está detrás del "bip bip" del teléfono es aquella a la que entrevisté en su día y que, una vez seleccionada, tendría que haber conocido en Moscú y trabajado junto a ella durante mi estancia en su oficina.

Pero, como uno a veces no elige su destino, la cuestión es que ahí estaba yo, de madrugón y rumboso, hablando a las 7 de la mañana por teléfono, haciendo a su vez una conexión vía internet para enseñar, en mi ordenador, unas cuantas presentaciones y algunas otras cosillas más.

Ya en mi primera sesión me doy cuenta de que el idioma va a ser una barrera, excusa magnífica para hablar despacito, ser muy visual, repetir las cosas varias veces y, novedad novedosa, empezar a hacer ejercicios prácticos en tiempo real a través de la Web.

Todo esto sazonado, bien es verdad, con la gracia y chispa de éste quién te habla, el cual, a las 7 de la mañana, con eso de que el cerebro todavía no le rige, se puede permitir el lujo de hacer y decir todo tipo de chorradas para, por lo menos, hacer que la otra persona no se aburra con mis temas.

Nota al margen: he de decir que, en este sentido, para mi desgracia, he tenido muy mala suerte en mi vida, por cuanto me ha tocado defender y explicar temas generalmente muy arduos y poco "amigables" (desde licenciamiento de software hasta flujos de trabajo en sistemas ORACLE pasando por reglas de negocio para la visualización del flujo de bienes a través de un canal de distribución clásico: ahí es ná), de ahí que, por cordura y porque no me gusta dormir a las ovejas, me vea obligado a hacer que las cosas sean, en primer lugar, simplificadas para que una persona normal las comprenda y, en segundo lugar, divertidas, para que la otra persona me preste un poquito de atención porque, ya digo, lo mío, desafortunadamente, no es cómo explicar lo chulo que es el iPad 2.

En estos días, ya digo, además de esforzarme en explicar las cosas muy mucho, de forma pausada y sazonando bien el contenido con todo tipo de anécdotas y cosas curiosas, también podré dejar la oficina más temprano, pudiendo así disfrutar del buen tiempo en Amsterdam, paseando por sus calles y recordando brevemente lo que es salir de la oficina y encontrarte el sol y las tiendas abiertas (las tres cosas a la vez y por ese orden, ojito :-)).

Y todo esto nos llevará hasta el viernes, donde, la vida a veces es justa, la misma persona que no pudo viajar conmigo, me da las gracias por todos los esfuerzos realizados y me pide que haga un último resumen de todo lo acontecido durante los últimos días:
El: ¿Todo bien?

Paquito: Sí... Ha sido divertido: estoy reventado, pero me he reído haciéndolo :-))
Quizás lo más bonito de todo es haber escuchado a alguien, al otro lado del teléfono, demostrándome que no sólo se reía de mis cosas, sino que, además, aprendía conmigo. Es una verdadera pena el no haber podido ir a Moscú, cierto, pero hay cosas que uno no las elige, de igual forma que uno no es completamente dueño de su destino y siempre hay un punto de azar en cada uno de nuestros movimientos.

Lo que no podré contarte nunca es porqué adelanté todo al lunes y al martes, teniendo en cuenta que, en el viaje original, yo aterrizaba de madrugada el domingo en Moscú: son de esas cosas que uno, con una pequeña sonrisa, se guarda para sí mismo, sin poder hablar de ello, ni poder mencionarlo, tan sólo pensando en que, al destino, que es a veces caprichoso, le gusta jugar con nosotros.

"El cielo puede esperar" dijo una vez alguien y, si algo he llevado a gala durante muchos años, ha sido el sentido de la paciencia: cuando uno elimina el tiempo de la ecuación de la vida, las cosas siempre suceden como uno quiere que sucedan.

¿Y mientras tanto? Mientras tanto, como hace muchos años, recordaré una llamada de teléfono que hice desde una cabina telefónica en Estados Unidos y que, más allá de su contenido, lo memorable fue la sonrisa que inmortalizó el momento en mi teléfono móvil.

Eso es lo que siempre aquella persona y yo recordaremos de aquella llamada de teléfono :-))

Eso es todo: ¡Amsterdam Prevalece! :-))


Paquito
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