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Mostrando entradas de abril, 2011

El día que se hizo grande

Eran casi las nueve de la noche cuando, entre un trozo de Sashimi de salmón y otro de atún, escuché la historia que lo cambiaría todo. No estuve allí y no pude verlo: tuve que escucharlo de boca de alguien en gesto de incredulidad, haciendo de su gesta una leyenda, porque, si había alguien que mereciera tal honor, sólo podría ser el. Nació en una familia normal, como puede ser la tuya o como puede ser la mía. Fue un chico normal, como todos quizás, salvo por un pequeño detalle: él, en algún momento de su vida, se sintió distinto. Esa distinción hizo que, desde ya pequeño, tomara una serie de decisiones que marcarían la dirección de su camino: algunas acertadas, otras puede que erroneas, influido por lo que vio en la televisión o lo que quizás leyó o le contaron otros, creyó que había otro mundo fuera de los muros y las fronteras que su país dibujaba. Por eso quizás tomó la decisión más importante de su vida y, al salir, creyó ser libre. Y fue libre, créeme que lo fue, yo estuve al

Thoughts on Facebook

Buenas, Hoy la cosa va de un tema más raro de lo habitual: no hay bonitas fotos de algún lugar o sobre mis extrañas aventuras con algún extravagante personaje en tal o cual país del mundo. Hoy la cosa va de valores y su yuxtaposición en el mundo virtual. Hoy, por tanto, la cosa va de Facebook. Sucedió hace unos meses: como miembro de la famosa red social en Internet, sueles recibir, al acceder a tu perfil, las últimas acciones que tus contactos efectúan (desde imágenes que ponen en su perfil hasta comentarios o cualquier otra cosa), las cuales, como parte integral del funcionamiento de Facebook te son mostradas en una línea descendente continua, un flujo constante de noticias: un pequeño diario digital que se actualiza en tiempo real con lo que sucede en tu red de amigos. Sobre esa línea de noticias, por tanto, puedes interactuar de diferentes formas: desde declarar tu aprobación por la acción o el contenido (el famoso "Me gusta") hasta, lo más normal, como es dejar un c

Utrecht

Buenas, Como últimamente he descuidado un poquito la frecuencia de publicación, empiezo a hacer los deberes justo después de la publicación del episodio en Viena y, ahora, sí, me dispongo a describir más aspectos de mi vida por las provincias "díscolas" (Igor, no hay dinero para pagarte el epíteto :-)) y, con ella, las cosas que me pasan... Justo después de mi llegada de Viena, con un cansancio de flipar y siendo previsor como soy, decidí, un par de días antes, tomarme un día libre y así poder levantarme a las mil y una en plan "madrugón a las 3 de la tarde" mítico :-)) Pero, como ya tengo tomadas las horas y, dado que los días se empiezan por fin a alargar, mostrando de fondo eso que los locales llaman "el círculo dorado" y que, de cuando en cuando, también aparece por estas latitudes, a las 9 de la mañana ya estaba en pie, siendo incapaz de volver a dormirme y seguir disfrutando de mi día de descanso. El caso es que, como uno funciona como funciona,

Viena

Buenas, He tardado unos días, pero finalmente he podido sentarme y, ahora sí, escribir sobre mi viaje a Viena (o "Wein" como lo llaman ellos), la capital de Austria. Desafortunadamente, debido a circunstancias que no vienen al caso, no ha podido ser una de esas estancias donde, macuto a la espalda y cámara al ristre, me dedico a hacer preguntas a diestro y siniestro para comprender porqué las cosas aparecen delante de mi de una forma y no de otra. La cosa empezó "regular", con uno de esos madrugones míticos que te ponen en guardia a las 4 de la mañana, corriendo de la ducha a la habitación y con el traje, camisa, corbata y zapatos preparados, eso sí, unas horas antes para no perder ni un solo segundo. Hasta tal punto llevo la paranoia que, para ahorrar tiempo, desayuno un par de plátanos, por aquello de la velocidad para pelarlos y comerlos (la cosa llega a veces a absurdos, lo sé, pero es cómo soy y cambiarlo me pilla un poquito mayor :-)). 4:23 AM y ya estoy