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Mostrando entradas de abril, 2012

Tenga un buen día

- Gracias de nuevo por su llamada: tenga un buen día. - Igualmente. - Adiós. Así es como finalizó la llamada: un sencillo y protocolario saludo. Hay veces en la vida donde uno no sabe cómo reaccionar ante lo que acontece en su presente: en mi caso, esa llamada donde, una agradable voz con un suave acento holandés, me daba la noticia. Debo decir que, en este caso, quizás por las particulares circunstancias, ha sido la segunda llamada en mi historia en Holanda que más impacto ha tenido en mí. La primera sucedió hace unos cuatro años, casi casi por las mismas fechas en las que ahora estamos: fue un proceso largo y complicado, lleno de incidencias y desafíos (algunos de ellos, además, de tipo logístico, pero eso es entrar en menudencias y no es ese mi propósito para hoy). Una voz parecida, con ese eterno acento cantarín, donde las uves se tornan en leves efes y las erres adquieren una particular sonoridad, me confirmó entonces lo que ya sabía: - Lo lamento, Pa

Ícaro

“Wow!” No es una interjección española, pero es la única forma que encontré de definir aquello que mis ojos estaban viendo. Muchas veces, en la vida, asistimos a hechos o momentos que, por aislados o irrelevantes que puedan parecer, nos muestran, en todo su esplendor y complejidad, la paradoja del teatro de la vida, donde todo es lo que es y, sin embargo, nada es lo que parece. ¿Quién me lo habría dicho a mi? Fue de casualidad, nunca esperé que sucediera o, incluso mejor, que jamás habría sido testigo de un hecho como ese. La caída de los ídolos es una de esas cosas que uno piensa que, quizás, una vez en la vida, podrá presenciar. Y yo presencié esta. Cuando lo conocí me pareció distante: sus silencios y su mirada de hielo me transmitieron siempre una falta de sintonía con mi parecer y proceder, siendo yo alguien que, en su viaje por el mundo, ha aprendido a decir exactamente lo que piensa. Son las cosas del poder: un día, por tu talento, por tu proceder o

No olvidar

Recientemente, mientras hacía una de mis habituales copias de seguridad en el ordenador del trabajo, me dio por navegar entre algunas de las imágenes que he tomado a lo largo de estos años y que tengo guardadas en el mismo. Nota mental: no estaría de más sacar todas esas imágenes y replicarlas en el Mac, por aquello de, paranoico como nadie, estar seguro de que no se pierden. Entre esas fotos hay varias que me hacen parar un poco más de tiempo que las demás (que generalmente veo en apenas un segundo mientras, impaciente, le voy dando a la tecla del “Siguiente” sin apenas reparar en los detalles de las mismas). En una de esas fotos, tomada en un verano, dos personas, bajo un espléndido árbol, sonríen a la cámara: una de ellas es pálida como la leche, mientras que la otra tiene la piel oscura y abraza al primero, el cual, creo yo (y creo que le conozco bastante bien) se alegra mucho de tan agradable hecho (siempre es maravilloso que una mujer hermosa te abrace, en especial c

Keukenhof, ciber-amiguetes y la Apple Store de Amsterdam

Buenas, El mundo está al revés: según me cuentan, en estos días de linda primavera, por allí abajo el tiempo está siendo un desastre, lo cual, por mucho que nos moleste, es necesario porque, como también he leído, este año apenas ha llovido. Por la Europa del jodío hereje, el tiempo está tranquilo: aunque suene a tópico, hablar de la climatologia es una forma perfecta para empezar una conversación, evitando el incómodo silencio que se produce cuando no se sabe qué decir ante alguien a quien no se conoce en un espacio íntimo o, como en el caso del ascensor, reducido. La semana pasada tuve el placer de encontrarme con uno de nuestros visitantes, rompiendo así uno de mis preceptos, que precisamente versa sobre la conveniencia (o no) de encontrarse cara a cara con gente que te lee o, como alguna vez ha sucedido, cuando el sujeto pasivo se convierte en activo y soy yo, el lector, quien se planta en algún lugar para decir “¡Hola!”. Así que, si te apetece leer otra versión (e