Aventuras y desventuras laborales

Buenas,

Ante todo calma, porque no quiero que el título del post te lleve a conclusiones equivocadas: no pretendo escribir aquí mis experiencias profesionales porque, entre otras cosas, no quiero hacer terapia de grupo en público (lo que nos faltaba :-)).

Si en cambio quería reflexionar en voz alta sobre lo que el mundo del trabajo conlleva en los distintos ámbitos donde nos movemos: para muchos de nosotros, el trabajo no sólo representa una forma de ingresos para pagar las facturas, sino una parte importante de nuestra vida como expresión de lo que somos a través de lo que hacemos.

Durante 45 años vas a estar, más o menos, dedicando la mitad del tiempo que estarás despierto a efectuar actividades relacionadas con ese ámbito de tu vida: los que hemos estado desempleados alguna vez en contra de nuestra voluntad sabemos de la dureza de la situación cuando la cosa no es así (personalmente admiro a la gente que, estando desempleada, es capaz de disfrutar de la vida: desafortunadamente ese nunca ha sido mi caso), de ahí que, dada la premisa del tiempo empleado (repito: la mitad de tu tiempo despierto), es preferible intentar encontrar un sentido a nuestro oficio, sea el que sea, sin prejuicios ni tontadas (que las hay).

Sobre este último punto, las sociedades de las que venimos tienen la muy mala costumbre de desdeñar el trabajo manual... Esto viene desafortunadamente de nuestro terrible pasado donde la nobleza despreciaba a aquellos que no vivían de las rentas (cosa que la Reforma Protestante consiguió cambiar dichas actitudes por estos lares, otorgando dignidad a la riqueza obtenida a través del esfuerzo y el trabajo).

Venimos de sociedades donde las mujeres se tapaban la cara con pañuelos para mantener su piel blanca (símbolo de que no trabajaban la tierra, pues sus pieles no estaban quemadas por el Sol)... La revolución industrial y los cambios en la actividad laboral produjeron, muchos años más tarde (curiosamente) el efecto contrario (la gente que no trabajaba podía dedicarse a broncear su piel en las playas, mientras los oficinistas disfrutaban de un "blanco nuclear" fruto de sus largas horas trabajando en oficinas iluminadas por tubos fluorescentes)...

Recientemente, comentando mi actividad profesional en las próximas semanas (Londres, Austria y Alemania: ¡Lo vamos a flipar pero bien!) alguien me preguntaba cómo podía llevar lo de los madrugones para ir al Aeropuerto...

Pensaba en la situación de muchas personas que conozco: gente que sobrevive con la espada de Damocles sobre su empleo por la incertidumbre económica, sin contar con aquellos a los que el desempleo les impide retomar una vida normal, donde el individuo siente que contribuye a algo, independientemente de si su trabajo y sus condiciones laborales así se lo permiten...

Pensaba también en mi vida en los últimos años, en mi vida profesional en España, Francia y Alemania, en las cosas buenas y malas que he vivido, en las alegrías y amargos sinsabores que los diferentes caminos que he tomado me han ofrecido...

Y ahí es donde una vez más, como el soldado viejo con el que muchas veces me identifico, sonreí pensando en el grado de bienestar de alguien cuyo único problema en su vida parecía ser el tener que madrugar para tomar un avión...

Quizás esa es la parte más sorprendente de vivir por estas latitudes: viniendo de donde vengo, me sigue sorprendiendo cómo el personal de por aquí toma por supuestas un montón de premisas que, en otros lugares del mundo consideramos un lujo...

Cosas como la estabilidad laboral o la disponibilidad de trabajos en el caso de que el actual no te guste son algo perfectamente aceptado y normal, a pesar de la actual crisis económica (un 7% de tasa de desempleo en Holanda es "anormalmente alto" para sus estándares)...

Esta anormal situación, a su vez, está provocando ciertos cambios sociológicos: la lógica reacción social ante lo que supone una flagrante pérdida de "comodidad" (recordad: para "aquí, mis amigos", en una época normal que no sea crisis, su tasa de desempleo está en el 3%) se traduce en la desconfianza y cierta incomodidad para aquellos que, estando aquí, "no pertenecemos a este lugar" (uno sólo tiene que rascar un poquito en la fachada de esta sociedad para encontrar sorprendentes y atemorizantes hechos).

Durante los años ochenta, hubo un partido político llamado "Demócratas de Centro" (uno sabe exactamente lo que un partido político NO representa con tan solo leer sus iniciales) que, entre otras lindezas, se encargó de instaurar un curioso slogan que rezaba "Vol is vol" ("Lleno es lleno") en referencia a la cantidad de inmigrantes que vivían (y que vivimos) en el país...

Después de unos años convulsos (al final le aplicaron un "cordón sanitario" al susodicho partido y acabó desapareciendo en el año 2002), la cosa pareció volver a un cierto grado de cordura... Los años de bonanza económica sirvieron también como bálsamo social, a pesar de subsecuentes movimientos de ideología similar (ahí tenemos a nuestro amigo, "el súper-guerrero de Dragon Ball", Geert Wilders, máximo representante y cabeza visible del "Partido de la Libertad"... Recuerda: uno sabe exactamente lo que un partido político NO representa...).

A pesar de todo eso, ciertas cenizas del fuego siguen ahí y en el mundo del trabajo, en especial cuando estás fuera de tu país y muy especialmente cuando las cosas de la economía no están particularmente muy claras... Estas cosas se notan o, como por aquí sucede, con eso del "son muy directos y transparentes", alguno que otro te suelta lindezas que te helarían la sangre (dentro y fuera de tu oficina: asusta lo que mis amigos llevan dentro cuando se les insiste "un poquito" en el asunto).

Trabajar fuera de tu país ofrece grandes experiencias, pero también ofrece enormes retos de todo tipo: las culturas empresariales, unidas a la cultura de la sociedad donde trabajes, suponen un enorme esfuerzo para (seamos sinceros) tu cada vez más pequeña capacidad de adaptación, fruto del inevitable avance del tiempo y de tu comprensión del mundo...

No te engañes: nos hacemos mayores, más sabios y quizás también menos maleables a los cambios...

Por eso, desde hace un tiempo, miro a este tipo de cosas con diferentes ojos y, desde hace unos días, algo curioso me sucede: ahora, el que es más paciente y reflexivo ante personas que, como yo hace unos años, siguen batallando contra los molinos de viento porque, aunque ahora tenga menos energía, aunque la humedad me vaya penetrando poco a poco y me vaya difuminando en el paisaje, nunca dejo de admirar a aquellos que, aunque la vida les dé un varapalo, siguen levantándose para pedir más guerra, en un orgullo que nunca he perdido pero que, seamos sinceros, se matiza poco a poco para mantener un poco la cordura...

Quizás esa es mi lección en estos años: puede que no siga batallando como antes, pero el mismo espíritu que lo inició todo sigue conmigo, esperando su oportunidad, con más paciencia que nunca para que, cuando tiempos mejores lleguen, poder volver a embestir a los gigantes...

Eso eso: poned cartelitos, que de poco os va a servir.

Eso es todo: ¡Ámsterdam prevalece! :-))


Paquito
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