¿Te volverías?

Buenas,

El título del post de hoy hace referencia a un link que me han enviado hoy y que comparto aquí contigo:


El link te llevará a un artículo escrito por un español que vive en Nueva York y que, después de haber visto el mundo y vivido fuera durante muchos años, se plantea el hecho de volverse a la piel de toro.

Este artículo, leyéndolo despacio, refleja muchísimas virtudes y vicios del país al que pertenecemos. Notables sonrisas al leer un párrafo en particular que aquí reproduzco:
Se tiende a primar el pelotazo sobre el descubrimiento, y  el amiguismo ocupa demasiado a menudo el lugar de la meritocracia. Parte de nuestra clase empresarial ha sido incapaz de crear empleos estables, a pesar de tener a su disposición la generación mejor preparada de nuestra Historia. Los correos electrónicos casi nunca se responden, o se hace tarde, el café es más importante que el informe, y se trabajan más horas de lo necesario por culpa de una mala organización o de esa cultura absurda de calentar silla.
Esta última parte (eso de que los correos no se contestan) lo hemos estado viviendo en primera persona mi hermana y yo (mi hermana, que después de muchos años, se ha vuelto y, en mi caso, trabajando en diferentes proyectos y empresas donde había una subsidiaria española)...

Ojo: nótese que experiencias buenas y malas se compensan y que, si bien es cierto que estamos llenos de maravillosas virtudes, los pecados arriba reflejados duelen por cuanto son fácilmente evitables (la soberbia y el desprecio de "aquí mis amigos", en cambio, no se puede curar con organización y sentido común).

Y ahora, después de haberte leído el artículo (y si no lo has hecho, te insto a que te pares aquí y lo hagas), viene la susodicha pregunta:

¿Te volverías?

Los que me conocen saben que mi posición ha sido más o menos coherente durante los últimos años:
"Amo y odio a mi país por partes iguales, como buen español... Amo a mí país en la distancia y echo de menos Madrid cada día de mi vida... Pero entonces voy allí y, después de dos semanas, empiezo a recordar porqué me fui..."
Mi primera experiencia en el extranjero fue con veinte años (ha llovido) y, desde entonces, el veneno se me quedó dentro... Al volver a casa, un año más tarde, las cosas ya no fueron nunca iguales y, mi aclimatación tardó meses, porque, después de haber batallado contra los irreductibles galos, resultó finalmente que los que estábamos locos éramos nosotros y que, quizás, la poción mágica de los galos me había enseñado que el mundo podía ser "ligeramente diferente" en algunos aspectos.

Desde ese día, entendí lo afortunados que éramos en cosas como la improvisación, la espontaneidad, el amor por la vida y lo privilegiados de vivir en un país donde, hasta en invierno, hay luz hasta el final de la tarde, haciendo de tu existencia una placentera sucesión de hechos ante los que pareces tener siempre energía.

Recientemente, en un viaje a Madrid, así me lo declararon dos compañeros escoceses, cuya razón escapaba a comprender el hecho de que la ciudad estuviera vivita y coleando un jueves a medianoche...

Cuando te vas de tu país, un montón de preguntas hacen tu camino contigo, apareciendo una y una otra vez en cada decisión donde algún factor pueda servir de respuesta a las mismas.

La eterna pregunta que todos tenemos en el retrovisor es precisamente esa: "¿Te volverías?"...

Los más duros del lugar te lo niegan, pero por sus actos los conoceréis y por sus palabras os percataréis de que quizás no os estén diciendo toda la verdad: aquellos que te niegan esa pregunta son los mismos que, acto seguido, te empiezan a dar todo tipo de argumentos que les llevan a la respuesta de una pregunta que, repito, juran y perjuran que no se hacen (curioso a mi entender, pero ya se sabe que la realidad es relativa, que lo dijo un señor que, si Llongueras le hubiera conocido, le habría hecho la obra de su vida).

La pregunta, además, según pasan los años, se va haciendo más dura: los hay que asumen con alegría que no volverán jamás (cada persona en el extranjero tiene una historia), los hay también que te lo dicen resignados y, por supuesto, los hay que no saben qué hacer, así como aquellos (mis favoritos) que todos los años, repito, todos los años, te dicen lo del "este año sí que sí"...

Una de mis películas favoritas es "un franco, 14 pesetas", donde el director escribe la historia de su padre (y la suya propia) cuando emigró a Uzwil, un pueblecito en el noreste de la Confederación Helvética (Suiza es mucha Suiza amiguetes, por más que se empeñen en cerrar a cal y canto sus fronteras, a pesar de la evidente necesidad de mano de obra.)

La buena noticia es que ya hay segunda parte: "dos francos, 40 pesetas" donde los protagonistas, siete años más tarde, vuelven a aquel idílico lugar del que se fueron para regresar a la tierra de la que una vez tuvieron que partir...

Eso es duro: digo y subrayo que, antes del 2009, muchísimos nos fuimos porque deseábamos una vida diferente... A partir de esa fecha es cuando la cosa cambia: a raíz de la crisis económica y la situación desesperada de miles de personas, una nueva ola de inmigrantes partió, haciendo de la situación algo diferente, por cuanto, desde aquí, viéndolo suceder, te encuentras con muchos chicos jóvenes que, por primera vez en su vida, salen de su casa para encontrarse un mundo hostil, sin apenas conocimientos idiomáticos y sin capacidad para entender lo que sucede a su alrededor.

La mala noticia es que, según pasa el tiempo, ese sueño del regreso se aleja poco a poco, no por falta de ganas, sino por falta de oportunidades en esa tierra que, desde la lejanía, difumina sus miserias y que, en la cercanía, te recuerda, como me ha sucedido recientemente, porqué, aunque lo desee, no sienta la necesidad imperiosa de emprender la vuelta...

Mi sueño es que, todas las personas que han salido, tienen ahora la oportunidad de aprender y enmendar todos los errores y vicios que nos han animado (siendo optimista) o empujado (más pesimista) hacia los diferentes rincones del mundo que ahora escuchan el resonar de nuestro maravilloso idioma...

Os dejo aquí el link a un maravilloso documental sobre los primeros españoles que se fueron a Alemania y Suiza en los años sesenta:


A ver todos aquellos que han salido aprenden bien la lección y si todo va bien, intentamos todos provocar el cambio desde fuera para que, algún día, podamos responder de forma afirmativa a esa eterna pregunta que nos persigue, porque, por más y mejor que hablemos los idiomas de las tierras que nos acogen, por más que nos intentemos integrar, nunca dejaremos de ser ese extraño ingrediente al que, a la mínima, le etiquetarán con los clichés de turno...

Eso, quizás es lo que hace que nunca olvides de dónde vienes, por más ajeno que, poco a poco, te vayas sintiendo ante esa tierra que dejaste tras de ti...

¿Te volverías? No lo sé... 

¿Te gustaría? ¡Por supuesto!

Pero ya se sabe... Mientras tanto, poco a poco...

Las próximas semanas estaré viajando a España: a ver qué os puedo contar.

Eso es todo: ¡Ámsterdam prevalece! :-))


Paquito
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Comentarios

  1. Yo soy de la generación pre 2009, osea que me fui por elección propia. Mientras sea feliz donde estoy, no siento necesidad de irme a ningún lado. Y si me tuviese que ir a algún lado, supongo que otros destinos me atraerían más, simplemente porque me atrae lo que no conozco. En España he pasado un cuarto de mi vida, ahora me quedan 3 cuartos más para vivir en otros sitios.

    Dicho esto, nunca se puede decir de este agua no beberé, pero no tengo intención alguna de volverme y no veo que puede hacerme cambiar de opinión.

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    1. Hola Pelocha,

      Somos unos afortunados, porque elegimos irnos (y elegir siempre es mejor que ser obligado). Yo no soy tan tajante con lo de no volver... Algún día sucederá (o no, que decía el gallego) pero para mí es algo inevitable...

      Eso sí, no volveré a cualquier coste... Eso lo tengo bien claro: si lo hago, será con mis condiciones.

      Un abrazo y gracias por tu visita y comentario.

      Paquito.

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