La dulce derrota

- Todo bien?

Empecé así la semana, con la primera persona que me encontré en la oficina.

Suelo hacer lo mismo con todos mis compañeros: mis entradas en escena son gloriosas, como elefante en cacharrería, haciendo ruido, saludando hasta al apuntador y levantando un poco el incómodo silencio de los lunes mañaneros.

- Sí... Todo bien... - Me respondió un poco cabizbajo: mi sentido arácnido y mis resabios burgueses olieron sangre.

- Todo... Bien? - Repetí, aunque, esta vez, me sujeté el párpado inferior del ojo izquierdo con el dedo índice de mi mano siniestra.

Tengo una doble vida: por el día, hago mi trabajo e intento ser socialmente aceptable, por cuanto estoy contractualmente obligado a ello pero, de vez en cuando, mi alter-ego toma posiciones (el personaje al que parasito, como así describe José Miguel Monzón Navarro su relación con su personaje, "El gran Wyoming") y sale a pasear, cual perro feliz campando por la ladera de la montaña...

Mi alter-ego tiene un código: cuando hago el gesto de sujetarme el párpado, transmite una sola instrucción encriptada:

"Ya sabes lo que estoy preguntando".

 Ahí es donde sus ojos cambiaron de expresión, código universal que muestra que la conversación está a punto de cambiar de plano.

Como Internet nos permite permanecer "en el economato", puedo contar cosas sin que sepa, exactamente, cómo, cuándo, dónde o porqué.

Por eso, hoy sabrás qué sucedió después de mi gesto.

Desde hace un tiempo, tengo un compañero que, a partir de mi pequeño proyecto personal, me empezó a dar toques de calidad.

Hasta entonces, todo lo que me rodeaba era un mundo de gente híper-especializada, fórmula elegida por este lado del mundo donde, al parecer, saber caminar y comer chicle a la vez es signo de que, en realidad, no eres lo suficientemente bueno en ninguna de las dos actividades.

Pero, esta persona, entró a mi trapo... Y eso me gustó: pronto, empecé a jugar con su creatividad y con su percepción, lucha que tengo con gente extremadamente inteligente pero demasiado absorta por sus propias actividades profesionales.

Recuerda: estoy rodeado de gente que te podría crear un complejísimo sistema de gestión logística (por poner un ejemplo de dificultad "interesante") y que, sin embargo, no sabe hacer un PowerPoint legible (ya se han aprendido la expresión "escribir un Tolstoi", que siempre está bien recordar a los clásicos).

Ahí es donde mi alter-ego se siente rumbera y empieza a salir de la madriguera: es una sensación bonita el poder ayudar a alguien a ver un poquito más allá de las fronteras que, su sistema educativo, así como su propio dominio profesional, descorazona de forma impertérrita.

Poco a poco, interesantes y curiosas preguntas empezaron a aparecer entre ambos: me encantan los puzzles, entendiendo como tales cosas que no son de fácil solución y que requieren pensar un poco.

Fue él el que empezó, señoría: "yo no quería" pero pronto, a partir de un par de charletas, empezó a enseñarme extraños problemas, donde la solución no es única, pero el objetivo es siempre encontrar la solución más óptima.

Bienvenidos al mundo de los algoritmos...

Los primeros puzzles fueron sencillos, problemas curiosos: poco a poco, la dificultad fue subiendo, cosa que, una vez más, empezó a denotar que algo se movía bajo mis pies...

- Qué está pasando? Tengo la sensación de que me estoy perdiendo algo.

Se lo pregunté sin bagajes: después de vivir aquí x años, uno es mucho más directo de lo que, quizás, teniendo en cuenta las diferencias culturales que me rodean, debería ser, pero eso es algo que también aprendes con los años:

"Nada es malo, si hay buena intención y sabes de antemano cómo funciona".

Mi pregunta no cayó en saco vacío: unos minutos más tarde, fuera del edificio de la oficina, mi expresión facial se afilaba, mientras la suya se relajaba.

- Tu te traes algo entre manos...
- Tengo que contarte algo, pero quiero que no se lo digas a nadie.
- Tranquilo: no es que vaya a bloguearlo, ponerlo en Twitter o algo así... Soy una tumba.

Obviamente la última observación es técnicamente cierta: mi yo real no se lo contaría a nadie, pero mi alter-ego tiene ciertas licencias y patentes de corso que se puede permitir.

- Estoy en un proceso de selección.
- Si ya me lo venía venir...
- Espera espera, que hay más.
- Qué empresa, si se puede saber?
- XXX.

Me quedé en silencio... "XXX"... La élite: la puta Champions League del campo de esta persona... Sólo lo mejorcito de lo mejorcito accede a posiciones técnicas en ese tipo de organizaciones y, esta en particular, es picajosa de cojones.

- Enhorabuena
- Bueno... Sólo acabo de hacer la primera entrevista... Quedan unas cuantas más.
- Tranquilo: lo sé... Tocaste la pizarra blanca?
- No... Sólo es la primera entrevista, por teléfono... Me han puesto deberes antes de acceder a la segunda, que será en persona.
- Ahí es donde verás la famosa pizarra blanca... Prepárate.

"La famosa pizarra blanca" es una de las más interesantes expresiones para determinar la aptitud de un candidato: en lugar de permitirte bullshitear / contar milongas sobre lo guay que eres o sobre lo estupendísimo que eres capaz de hacer tu trabajo, se te pone delante de una pizarra blanca, se te da un rotulador y se te pide describir o solucionar problemas.

Es un ejercicio fascinante de ver y, a su vez, una situación que puede resultar estresante, donde no hay escape y sólo tu y el rotulador os tenéis, el uno al otro, para expresar una respuesta ante una pregunta determinada.

Unos días más tarde, veo que (nuestra alma cándida) no viene al trabajo... "Se ha tomado el día libre" fue la respuesta que recibí.

Mientras tanto, en algún lugar no descrito en el Centro de Europa, nuestro protagonista encaraba esa parte del asunto...

El resultado, confirmado al día siguiente, parecía satisfactorio: seguíamos en la carrera.

Nótese el "seguíamos": no hay nada en esta vida como intentar, en la medida en la que puedes, ayudar a alguien a conseguir algo que le puede llevar al desarrollo de todo su potencial, cosa que concuerda con el carácter de la persona, un tipo educado, amable y, sobre todo, brillante.

Muy, muy, muy brillante.

Ahí es donde apareció "mi otra vida": la vida que un día dejé atrás, en aquella élite tan estupendísima, donde conducía coches que, al menos en mi caso, a pesar de su precio y cilindrada, sí parecían tener intermitentes que poseían la cualidad de poder ser usados a placer, sin coste extra.

Recordé algunas cosas de aquella vida: afortunadamente él no vería lo mismo que yo vi (y que es algo que aprendes con la vida: cuanto más cerca estás en una empresa del punto o del proceso de la venta, más estrés y más extremos de la vida verás, sea gente alucinante como gente aterradora).

En esos dimes y diretes estaba yo, ensimismado en lo que los griegos resumen como "el dolor de una antigua herida", cuando volví a mi realidad cotidiana en la oficina.

Ante mí, de forma silenciosa, se producía un fenómeno al que, hasta entonces, no había prestado mucha atención: la circulación de tráfico de personas entre los diferentes puestos.

Ahí es donde ves las redes informales de una organización: en este tipo de situaciones, es donde uno descubre quién confía en quién y para qué porque, extrañamente, súbitas colaboraciones y chequeos de asuntos, en extrañas horas del día, suceden en mi entorno.

- Aquí hay tema... Pero vamos!

La tercera entrevista fue bien: se me intentó hacer el loco cuando cogió otro día libre... Pero, una vez que sabes algo de este estilo, los comportamientos son muy delatores.

Ya estábamos más cerca: todo iba por buen cauce...

Hasta la dichosa mañana del lunes, donde, una sonrisa apagada al saludarme, me aventuraba lo peor.

- Qué ha pasado?
- No salió bien...
- Qué ha pasado?
- Me hicieron tres pruebas... Una de ellas, la técnica, la clavé (la máxima puntuación posible), otra de ellas fue "regular" (por encima de la media de puntos posibles) y la última, simplemente, no saqué ni un punto.

Al describirme las preguntas de la última prueba, es donde recuerdo la cantidad de veces que he repetido, por este lado del mundo, al respecto del sistema educativo y laboral: "La absoluta especialización te hace muy bueno en algo, pero el día de mañana cambia el paradigma o, simplemente quieres cambiar de campo, y ese día estarás jodido".

Efectivamente: las preguntas no eran en absoluto difíciles (el criterio para defender tal afirmación es sencillo: yo sería capaz de responderlas) pero, efectivamente, buscan algo tan sencillo como saber hasta qué punto tienes conocimiento del mundo alrededor del conocimiento que posees.

No cuesta nada aprender cosas nuevas, incluso dentro de tu campo: está bien saber cómo funcionan las diferentes áreas de la organización para la cual vendes tu talento a cambio del vil metal... No cuesta nada preguntarse por qué se dice en tal idioma tal cosa, como quizás preguntarse por qué en la parada de autobuses hay un extraño monumento, de formas extrañas...

No cuesta nada preguntarle a tus compis cómo es su país, o la región en la que vivía, o la ciudad en la que pasó su infancia... No cuesta nada preguntar cosas, cosas que uno no entienda o, simplemente, cosas que uno siempre quiso saber y que, de pronto, quizás pueden tener respuesta, no ya a través de un buscador de Internet, sino de viva voz de alguien que, quizás conozca la respuesta.

En todas esas cosas pensaba cuando, por fin, decidí actuar:

- En primer lugar - le dije - que no sepas ese tipo de cosas tiene delito... Pero piensa lo siguiente: sólo unos poquitos en el mundo han llegado hasta donde tu lo has hecho... Lo más difícil lo hiciste sin problema, así que, ahora, sólo te queda aprender lo otro que, créeme, si un chimpancé borracho y drogado con crack como yo es capaz de saberlo, tranquilo, no te será problema.

Su mirada se clavó en mis ojos.

- Tomátelo como una dulce derrota - continué -. Has hecho un proceso alucinante y, al final, un par de chorradillas, que tienen muy fácil arreglo, no empañan que en lo demás fueras extremadamente bien".

Y, con esa frase, mientras le intentaba consolar, abrí un navegador y, simplemente busqué a aquel tipo al que, unos años antes, escuché explicar uno de los conceptos que explicaron, en una magistral exposición sobre su logro personal más famoso, a través de ese método.

Y de esa forma, pensativo, le dije que no se preocupe, que ante todo sienta orgullo, que lo que ha hecho es una machada y que, como en el mar, hay mil peces, así que lo único que tiene que hacer es, como Dory solía decir mientras buscaba a Nemo:

"Just keep swimming!".

Hoy me ha preguntado qué es un portfolio y cómo se puede hacer eso: empieza a entender el enorme valor de su descomunal talento... Ha visto la charla y ahora comprende un par de cosas más.

Le he dado unas cuantas ideas: "demuestra que eres buenísimo en lo tuyo, pero coquetea con otras cosas... Siempre viene bien demostrar que eres capaz de aprender y de entender temas diferentes a los tuyos".

Pero, y eso es quizás lo más divertido, es que algo va bien en tu vida cuando ese compañero son en realidad varios y que, cautelosos, vienen a buscar a este pobre soldado, cansado y cínico, de habla extraña, que perjura en arameo y que, en una convocatoria de una reunión, pone efemérides del día de la misma, como hoy, 2 de Mayo, fecha en la que mi ciudad, esa Villa y Corte fea, contaminada y ruidosa, celebra el levantamiento contra un ejército invasor que, en 1808, no entendió exactamente con quién se estaba jugando los cuartos.

El mejor ejército del mundo contra una banda de campesinos, fanáticos y valientes, orgullosos de su verdad, por más errónea que fuera (que muy bien nos habría venido el afrancesamiento, dicho sea de paso).

Nunca dejes de aprender cosas nuevas: pregúntaselo a Napoleón.


Paquito
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Comentarios

  1. Vivo (ejem, trabajo) rodeada de gente con phds y conocimientos abismales en temas tan concretos que la mayoría de la gente no sabíamos ni que se puede pasar uno 4 años estudiando y escribiendo sobre el tema........pero no saben usar una hoja excel, o hacer una fotocopia con la impresora de la oficina....cada vez que les tengo que repetir medio millón de veces como hacer algo que hasta Kiva aprendería en 10 minutos, se me pasa por la cabeza llamarlos burros....hasta que me acuerdo de que son eminencias en un tema determinado. Entonces me viene a la cabeza la cantidad de cosas mundanas que yo no sé y por las que mucha gente probablemente ha pensado alguna vez que soy tonta.....

    Gran post

    Saludos!

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    1. Haciendo catch-up a toda leche: si todo va bien, hoy paro un artículo "interesante" (tengo ganas de jaleo).

      Efectivamente: son eminencias en su campo, sin duda, pero asusta que, a veces, esas mismas eminencias no sepan ni explicar qué hacen exactamente en un lenguaje comprensible.

      Me sucedió hace un año y pico con uno de "mis niños" (que es como les llamo): le pregunté qué hacía exactamente, me dio una enrevesada explicación, le pedí que me lo explicara como si se lo preguntaran sus padres, que me lo hiciera sencillo, que un niño pudiera entenderlo... No hubo forma y al final, el pobre, se frustró (una de las almas a las que he conseguido salvar se lo explicó y, entonces, pudo entender qué es lo que le estaba preguntando: cuando alguien no es ni siquiera capaz de explicar qué hace en su vida, mala señal).

      Sigo adelante: gracias como siempre por pasarte por aquí :-))

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  2. Me acabo de acordar de tí al leer esto en un foro:

    "Qué son los especialistas de hoy día sino ignorantes que saben mucho de una campo muy pequenito"

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    Respuestas
    1. Hola de nuevo ("voy a toda mecha", canción estrella del Santa Justa Klan: soy un moderno que te cagas :-)).

      Efectivamente: y lo peor es que eso sólo favorece al sistema, no a ti (en cuanto el paradigma cambia, eres desechado, como un teléfono viejo al que no le puedes actualizar el software).

      Somos seres humanos, no robots: esa forma de pensar está creando ignorantes altamente cualificados (gente que sabe mucho de su asunto, pero ni conoce el origen de las palabras de su himno nacional: que un español tenga que explicarle a los holandeses qué significa y de dónde viene su himno, te dice mucho del problema).

      Gracias una vez más por el follow-up: se nota que tengo una audiencia selecta y "fetén" (neologismos y jerga de 1950: mis favoritos :-)).

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