Prestar atención

Buenas,

El título de este (prometo que intentaré ser breve) post indica una hecho obvio: debemos intentar fijarnos en las cosas que nos suceden en la vida, sobre todo en los pequeños detalles.

Esos detalles, por supuesto, se aprende a observarlos cuando uno los descubre, normalmente a través del estudio o de la indicación de una tercera persona que te muestra, en algún momento, que algo, en algún lugar, está para un cierto propósito o, quizás, que esté para indicar cualquier cosa.

Esta es la parte donde uno empieza a escuchar a alguien hacer escalas en un arpa y la imagen se empieza a difuminar, momento en el que se abrocha el cinturón de seguridad y se dispone a entrar en un archiconocido "Flashback" (nota mental: me parece que voy a etiquetar todos los posts donde hayan flashbacks :-)).

FLASHBACK

Madrid, Julio de 1998: en una oficina del Paseo de la Castellana...

En aquel año, mi primero haciendo estudios superiores, tuve dos trabajos / becas durante el periodo estival: durante mañana, trabajaba en una revista económica y, durante las tardes, en una compañía que servía de archivo y comercializadora de vídeos e imágenes (nada raro, ojo, que os veo venir :-)).

Gracias a la situación de ambas empresas, estratégicamente situadas en extremos opuestos de la ciudad, dado que mi apartamento estaba justo entre las dos, me daba tiempo para, una vez terminaba mi jornada en la mañana, tomar el Metro, llegar a casa, comer algo y salir pitando hacia la segunda, el lugar donde, por las tardes, intentaba aprender el oficio y, de paso, cosas del destino, descubrir, por primera vez en mi vida, algo llamado "Internet" que, parece que no, pero me resultaría muy útil en los años venideros.

En aquella oficina, además de tener a compañeros geniales, moraba "un comercial", un vendedor, la persona que intenta captar clientes o como diablos lo quieras definir en tu versión del español.

"Para vender hay que valer"

Esto nunca lo dijo él, conste en acta, sino que lo digo yo: ser vendedor supone tener un cierto carácter, una cierta personalidad, una manera de hacer y de vivir tu profesión.

Éste, bajo mi definición, era un "vendedor de libro".

La primera vez que nos encontramos, sacó toda la artillería: "¿Así que éste es el becario?" Empezó preguntando (la realidad es que éramos dos, pero supongo que fui yo el que se llevó el extraño honor de ser el objetivo de su retahíla).

- ¿Sabes lo que es un chinche? - Me preguntó y, sin apenas tiempo para responder, me dio la definición:

- Cimex Lectularius, también conocido como chinche de cama. - prosiguió -  A partir de ahora, tu serás el chinche...

Así, en quinta: esa fue nuestra primera interacción...

En esta parte, uno podría pensar cualquier cosa: decidí tomármelo con sentido del humor, seguir el juego (yo sólo era un becario, mi beca formaba parte de mi currículo educativo y no quería tener problemas) y observarle.

Era un tipo con una personalidad arrolladora (la venta es un mundo donde uno tiene que conseguir la atención de aquellos que le observan): le encantaba hacer bromas y, honestamente, más allá de que su sentido del humor fuera bueno o malo, le otorgué una agilidad mental para el chascarrillo que, debajo de aquella fachada, sin duda escondía a alguien con una destacada capacidad intelectual y cognitiva.

Dos cosas sucedieron (me voy a empezar a centrar, que si no esto va a quedar largo) a lo largo de ese verano que serían relevantes en mi vida.

La primera fue un detalle: le encantaba hacer ostentación de su cultura clásica (lenguas muertas), de ahí que, un día, me escribió en un papelito una frase en griego:

- A ver chinche: - me dijo - a ver si eres capaz de saber qué es esto, que los chavales de hoy en día no tenéis ni puta idea de nada.

Miré aquella hojita con aquellos caracteres tan peculiares: mi amor por los lenguajes basados en caracteres no latinos es conocido, así que, a pesar de no saber exactamente de qué iba la broma (según deduje, no era la primera vez que la hacía, porque el resto del personal de la empresa no se sorprendió), observé detenidamente tanto la caligrafía como los caracteres en sí...

- Creo que es griego, pero no lo entiendo - le confesé - ¿Me lo puedes leer? - le pregunté.
- Claro Chinche: dice "Tal y Pascual".

Vale: "Tal y Pascual" (nótese que es una forma de hablar: obviamente, no dijo eso), para alguien que no habla o entiende un idioma, no posee sentido alguno, pero al menos escuché la frase y me la aprendí de forma fonética, guardando el papel en mi bolsillo.

Acababa de activar mi curiosidad y, sin saberlo, acababa de cavar su propia tumba.

Al día siguiente, en la empresa donde hacía mi beca mañanera (cerca de la Plaza de Castilla), pregunté a un periodista de una cierta edad si podía ayudarme con un extraño dilema que me habían dado...

- Claro que sí: ¿Qué necesitas?
- Me han escrito algo en griego clásico que me encantaría saber qué significa.
- ¡Sin problema! Así desoxido un poco el griego, que hace años que no le doy uso.

En ese momento, saqué el papelito y, por si la caligrafía no era buena (prestar atención) le repetí la frase que, según el comercial, representaba a los símbolos allí escritos...

- Sí... Según lo que dices, viene a decir algo así como "Que la muerte persiga al malo" - empezó - pero - aquí es donde la cosa se torció - creo que no está bien escrito o no lo pronuncias bien... Voy a llamar a XXX, que es un monstruo en lenguas muertas...

Mi pequeña anécdota, aquel papelito de divertidos caracteres de una lengua muerta, pronto alcanzaron a otro señor, un hombre de una cultura proverbial que, además, según parecía, era el referente para uno de mis jefes en cosas de ese estilo.

Un par de minutos más tarde, XXX apareció por nuestra oficina y le echó un vistazo:

- Sí... Está mal escrito: esta parte está declinada así y debería estar declinada asá.

Lo soltó así... Verificó con mi jefe, lo discutieron durante diez minutos y tuve mi respuesta: la frase estaba mal escrita por, en esencia, un error gramatical de principiante...

20 minutos más tarde, un fax (para los niños, un fax era como un teléfono donde uno escaneaba papeles y las enviaba a otro teléfono-fax, el cual imprimía, en papel y en blanco y negro, lo que enviaba el primero) de una oficina cercana a la Plaza de Castilla, en Madrid, envió una juguetona carta a una oficina en el Paseo de la Castellana donde, el abajo firmante, además de agradecerle al señor comercial sus "peculiares deseos", le informaba de paso sobre el error garrafal en su dominio de la gramática del griego antiguo.

Aquel fax, según llegó a la segunda oficina del Paseo de la Castellana, al ser visto por la secretaria que se encargaba de emails y faxes (que por cierto, además de ser una persona de una dulzura infinita, es una de las mujeres más bellas que he visto en persona en mi vida), dada la naturaleza del contenido, fue mostrado al resto de mis colegas, incluyendo al susodicho "paladín del griego", esta vez víctima de su propia soberbia.

La llegada a la oficina, aquella tarde, fue gloriosa: la cosa empezó con el recibimiento, seguido por, además, un choteo y cachondeo a costa del buen señor que se mantuvo hasta el momento en el que, ya casi al final de la tarde (sobre las 19:30, más o menos), nuestro experto en lenguas muertas reapareció por la oficina...

Se lo tomó bien, pero su voz, además de su expresión no verbal, denotaron que se había zampado un "pastel de humildad" importante...

Reconoció el error en un tono de voz bastante por debajo del habitual, normalmente alto y alegre y, curiosamente, desde aquel día, me empezó a tratar como a un igual.

A cambio, decidí usar su apelativo, "Chinche", como nombre de guerra y, además, como a uno le encanta escribir, empecé en mis ratos libres a narrar la historia y la dinámica de aquella compañía en textos larguísimos, llenos de chistes, bromas y comedia absurda que, si hubiera habido Netflix en aquel entonces, estoy seguro de que podría haber hecho el negocio de mi vida.

La segunda anécdota, quizás más próxima al motivo de este post, era una curiosa obsesión por este comercial con mi hígado...

Quizás por alguna enfermedad hepática, quizás, por su peculiar sentido del humor, solía preguntarme por el estado de mi hígado, bromeando sobre el hecho de que, quizás, le podría ser de utilidad en el futuro.

Dos meses más tarde, una noche donde, después del trabajo, todos los compañeros de la oficina nos fuimos a tomar algo a un bar cercano, lugar donde nuestro (ahora favorito) comercial apareció con su novia, la cual, curiosamente, era una doctora.

Según me presentó a ella ("Éste es el chinche" empezó), la bromita del hígado hizo gala de presencia, momento en el cual hizo hincapié para que su novia me mirara cómo podía estar mi hígado...

- Déjame que te mire los ojos...

No entendí exactamente el motivo, pero obedecí y, de esa forma, ella se acercó para, con un simple vistazo, llegar a una conclusión que me dejó un poco confuso:

- Sus ojos están bien, un poquito amarillos, pero dentro de lo normal...

Al preguntar sobre qué significaba eso, me explicó que, ante enfermedades o afecciones hepáticas, los ojos se tornan amarillos, por no sé qué motivos exactamente (recuerdo que me lo explicó, pero de esto hace casi 20 años y, mi memoria, no es, ni de lejos, lo que una vez fue).

FIN DEL FLASHBACK

Esta segunda anécdota se quedaría ahí, aparcada en mi cabeza, durante años, sin más utilidad que el tipo de cosas que uno, quizás, alguna vez puede soltar en las típicas discusiones donde el personal cuenta anécdotas o hechos curiosos.

Hasta hace dos semanas...

- Paquito: estoy embarazada, no alucines...

Una compañera de trabajo terminaba así un correo electrónico al departamento donde nos invitaba a dulces por tal acontecimiento, nombrando al aquí presente por mi conocida aversión a la reproducción vivípara, en particular entre homo sapiens y, sobre todo, con respecto a homo sapiens cercanos a mí.

Curiosamente, esperando el típico "show" que doy con estas cosas, me acerqué y, ante lo que el personal avecinaba con una diatriba mítica de hechos y/o razones para no hacerlo, le felicité por el evento.

Según íbamos hablando, en cambio, noté que, además de una mirada cansada, sus ojos estaban un poco amarillos.

- Tus ojos están un poco amarillos...
- ¿Qué?
- Tus ojos están un poco amarillos: quizás el hígado no te esté funcionando bien... Vete al médico, que ahora eres responsable de otra persona y, con estas cosas, no hay que jugar.

Se quedó pensativa, sacó un espejito y se miró los ojos: efectivamente, sus ojos estaban amarillos, sobre todo con respecto al resto del globo ocular, momento en el cual le dio por pensar y, presta, procedió a hacer una cita con el médico para, entre otras cosas, sacar este tema a colación.

La cosa se quedó ahí hasta ayer cuando, al preguntarle cómo estaba, me dijo, con tono triste, que poquito a poquito, cosa  normal en esas circunstancias (la reproducción vivípara tiene esas cosas), con un último detalle que, en este caso, no me esperaba.

- Quiero darte las gracias...

Me quedé quieto... Que una mujer te dé las gracias por algo que no comprendes es similar a cuando una mujer te da la razón: o bien hay un fallo en Matrix, ha habido una conmoción en "La Fuerza" o algo raro sucede...

- ¿Por qué? - Le pregunté, ávido por conocer las razones.
- Fui al médico y le dije que me habías dicho que mis ojos estaban un poco amarillos y que mi hígado quizás podía estar mal... Me han hecho pruebas y me han encontrado que, efectivamente, hay algo.

Espero que nada malo suceda (según parece, lo que tiene es una dolencia que, si aparece, lo hace en el tercer trimestre de gestación y que, en este caso, ha aparecido un poquito antes: es una de las opciones, aunque, según parece, el origen está en otro lugar, pero que afecta al hígado, motivo por el cual el síntoma apareció) aunque, gracias a la detección precoz, seguramente se pueda hacer algo al respecto.

¿Por qué te cuento esto? Porque a veces, en la vida, un comercial gamberrete y listillo aparecerá en tu camino, poniéndote motes, escribiéndote cosas en algún idioma extraño con errores gramaticales y con un conocimiento básico de síntomas de problemas hepáticos...

Presta atención: quizás, sin tu saberlo, aprenderás algo que, 20 años más tarde, puede que le sea útil a una mujer embarazada y, quizás, sin tu saberlo, en algo tan nimio, hayas hecho la labor de tu vida.

Eso es todo: seguiremos informando.


Paquito
Emilio: sugerenciasapaquito (arroba) yahoo (punto) es
Twitter: @paquito4ever

Comentarios

  1. Buenos días a posibles lectores y al mundo en general.

    Acabo de leer un post de Paquito en el que se condecora, algo, hablando de la importancia de los pequeños detalles en la vida. Tiene razón en todo: en las modestas condecoraciones que se pone, en la importancia que no concedemos a aquellos y en que deberíamos hacerlo.
    Incluso metafóricamente cada mínimo suceso de nuestra vida si lo registramos adecuadamente es una pieza de un tesoro que adquirirá valor con el correr del tiempo. Insisto en la precondición: registro y adecuación. Si no es así la acumulación de los detalles es un basural de medias verdades sin utilidad ni beneficio.
    A no ser que los robemos como hacen los escritores o como hace nuestra momentánea fantasía.
    Pero si no hay adecuación, no son del todo ciertos, esos detalles mentirosos los usamos para autoconvencernos de lo que sea o para que se nos convenza de cualquier cosa.
    No es casual que el mentiroso de la historia que cuenta Paquito sea un avezado comercial. Mentir un poco es una técnica comercial. Ninguna campaña de venta resistiría pruebas de la verdad al cien por cien. Ni la mayoría de los juegos de ciertas clases.
    Hoy mismo en España se está dando una situación en la que se inscriben detalles, medias verdades y sus efectos a largo plazo, que afecta a millones de personas: la cuestión de Cataluña.
    Me gusta en la historia de Paquito la metáfora del color de los ojos. La tomo así, como metáfora. "Mírame a los ojos" se le dice a alguien para ver si te dice la verdad o no.
    Mirémonos a los ojos.
    Un abrazo a todos, lectores o no.

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    Respuestas
    1. Muy buenas:

      Mil gracias por la visita y el comentario: todo un placer y un honor.

      Más que un mentiroso, en realidad era el típico comercial, con don de gentes y con capacidad para hacerse notar.

      Eso sí: el pullazo de la muñonada escrita en griego le tocó hueso, porque desde ese día entendió que, al menos conmigo, se lo tenía que pensar dos veces (el fax fue una revolución en aquella empresa: un pobre becario, de forma muy educada, pero con rintintín, le untaba los hocicos con tocino al avezado Gongorilla de la tropa).

      Pero gracias a él, casi 20 años más tarde, una persona, en otro país, descubre que algo no va bien y, gracias a eso, un médico valida que, efectivamente, "si el río suena, agua lleva".

      Podría contar más anécdotas sobre "Mírame a los ojos": esa da para otro post (la vez que me vi, una vez más, desafiado por la cultura alemana, de la mano de una compañera que, quizás por problemas en su vida, hizo la mía un pequeño infierno).

      Esa sí que temió esa frase: nada como mirar a los ojos de una persona para entender qué pasa dentro de sí mismos...

      Un abrazo para ti, amable lector y, una vez más, mil gracias por pasarte por aquí y por el comentario :-)

      Paquito.

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  2. Uno aprende de las cosas más tontas...

    PE, recuerdame no putearte, por siacaso. :p

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    Respuestas
    1. Buenas:

      Efectivamente: uno saca petróleo de las piedras (y lo que es la vida: una anécdota, hace 20 años, acaba quizás salvando a alguien de un problema gordo).

      Además, en este caso, es que el tiro le salió por la culata (también me podría haber salido mal y me podría haber comido un "Artículo 33" con "Pues a tu casa por listillo" de regalo... Supongo que les hizo gracia la respuesta :-)

      Un abrazo y, como siempre, mil gracias por la visita y el comentario.

      Eliminar

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