Sin Rusia no hay paraíso
Buenas, Es un maravilloso y soleado domingo en Amsterdam: siguiendo la lógica del capítulo anterior , hoy debería haber empezado a escribir mis aventuras en Moscú durante los últimos días y, con ellas, un montón de anécdotas de éste que te habla, dándolo todo, en la capital de la Federación Rusa, como sólo un pequeño español puede hacerlo :-)) Peeeeeeeero... Las cosas a veces no suceden como uno quiere: quédate conmigo un ratito y te lo cuento con los detalles que, en este caso limitados, podré ofrecerte... Hace dos semanas, la cosa empezó mal: el miércoles por la noche, volviendo a casa del trabajo, en mi habitual caminata por la zona en la que vivo (y que, insisto, para la "Madre Oficial" y las pseudo-madres que me van saliendo por el mundo: es completamente seguro y, de parar a alguien "sospechoso" en la calle, a quien paran es a mi) noté que no me encontraba bien, de aquí que, el jueves, me lo pasara en cama descansando. Esa misma tarde, en conexión con Madr