Carta abierta al señor Jeroen Dijsselbloem
Muy estimado señor: Permítame, en primer lugar, presentarme: soy un pobre diablo que vive y trabaja en su país natal, el bello Reino de los Países Bajos, lugar en el que Vd., dada su prominente trayectoria, ha sido capaz de crearse una vida, no sin los correspondientes desafíos para poder alcanzarla. Recientemente, me temo, su nombre ha llegado hasta mis oídos, a raíz de unas declaraciones donde, básicamente, venía Vd. a comparar la situación de algunos de los estados miembros de la Unión Europa (entre los que está mi país) con lo que son comportamientos de alcohólicos y puteros, cuando buscan darle el sablazo al amigo de turno, para seguir costeándose los vicios. Le agradezco, en primer lugar, su honorable franqueza, emblema de una nación que acepta la mala educación como atributo identitario, con la excusa de la "estricta y calvinista cultura holandesa de ser directo" (postulado compartido por Vd. ante sus recientes declaraciones, para, no sólo no disculparse,