El retorno

Hola,

Fue un precioso "hasta pronto": ocurrió a las 8:05 de la mañana, en la Terminal 4 del Aeropuerto de Madrid-Barajas...

Empezaba el amanecer y, el sol, en apenas unos minutos se puso en el cielo: son de esas cosas que, en un sitio como un aeropuerto, te hacen quedarte quieto, rebuscar en tu bolsa, sacar tu cámara y ponerte a hacer fotos...

Un lugar como una estación de tren, de autobuses o, como ya digo, un aeropuerto, posee un tipo de magia que no sé explicar: cuando además, como es mi caso, suele representar que vuelvo a Holanda de algún viaje y que, en particular en esta ocasión, el viaje provenía de mi tierra, siempre tienes la sensación de dejar cosas detrás de ti, historias, personas, voces, caras...

3 Semanas... Ha sido demasiado: la primera me sirvió para aclimatarme a nuestra forma de vivir la vida (con un desajuste de horarios brutal, dado que los horarios de comidas holandeses y españoles son completamente diferentes)... Me he acostado todos los días a las 3 de la mañana (sino más tarde) y todos los días me he despertado con el sol, ese sol bajo ese cielo azul que Velázquez, siempre Velázquez, supo reflejar con maestría en sus cuadros...

La segunda semana fue la eclosión: uno sabe que las vacaciones van por buen camino cuando, de pronto, la mente (que es mala como ella sola) te pone "la pregunta" en la mesa: "¿Qué estamos haciendo en xxx?" siendo XXX el lugar donde vivas que no sea lo que tu corazón ha adoptado por hogar...

Mi corazón está dividido: un 25% sigue en Alemania, esperando a que algún día vaya a por él... Quizás por eso no he cerrado hasta ahora la cuenta bancaria: mi corazón reclama un segundo episodio allí, esperando la conquista que se quedó "a medias" en aquel lugar donde tantas cosas buenas me sucedieron...

Un triste giro del destino me llevaría de vuelta hacia donde el 75% de mi corazón sigue esperándome: mi pequeña gran ciudad que me arranca una sonrisa cuando alguien la menciona... Ese lugar que, en la distancia amas y que en la cercanía llegas a detestar: el único lugar en el mundo donde, al visitar un bar por segunda vez, el camarero es capaz de decirte: "¿Qué jefe? ¿Lo de siempre?" y donde siempre, siempre, uno tiene a alguien que te hace sonreír cuando la desgracia te persigue...

Hay gente que me pregunta: ¿Qué tiene tu país de especial? Y siempre les respondo: "La gente"... Madrid es una capital fea (gracias al cielo la están adecentando) y, entre nosotros, ahora que no nos oye nadie, Barcelona es muchísimo más bonita y rica en arquitectura...

Pero Madrid tiene a gente como yo que, sin haber nacido en ella, se siente, allá donde estoy en el mundo, uno más... "Yo soy madrileño" reclamo con orgullo, como, desde la distancia (ironías del destino) uno se siente orgulloso de pertenecer a su país, sin ira, sin exclusión, porque cada cual se siente de donde quiere y, como ya digo, yo me siento madrileño, para bien y (como no) para mal...

Fue en el aeropuerto donde me di cuenta: el corazón siempre somete a la cabeza y, por más que soy un cabezota impenitente, condenado a resistir pase lo que pase, viviré como El Quijote, peleándome contra los molinos mientras siento que son gigantes...

A veces me gusta apartarme de las convenciones y observar una determinada situación: en Madrid, en estas 3 semanas, he tenido la suerte de ser invitado a compartir, durante unas horas, las vidas de varias personas... He visto sus ilusiones, sus miedos, sus esperanzas y temores, mostrándome, en apenas un selecto grupo de personas, lo que somos, como entidad, siendo cada uno de ellos completamente diferente en carácter, personalidad y origen...

En todos ellos, sin embargo, vi algo que me llamó la atención: esa pequeña llama dentro de sus ojos que reclama madera para hacer un gran fuego...

Viviendo en países donde las emociones se reprimen y exteriorizar sus sentimientos se penaliza, aprendes a fijarte en otras cosas "menos obvias" que las habituales gesticulaciones latinas (lo de "hablar por los codos", en nuestro caso, es literal :-)). Es por ello que, al mirar en esos oscuros ojos, uno lo ve: la pasión que va dentro, esa pequeña llama que está esperando su oportunidad...

Dijo Viggo Mortensen, al preparar el personaje de Alastriste para la película que, cuando estudió nuestra identidad, aprendió algo muy interesante: "Ser español es saber perder" dijo muy serio, lo cual es una maravillosa virtud en un pueblo que, con una terrible historia detrás de nosotros, ha resistido como pocos a sátrapas, tiranos, malos gobernantes y periodos muy oscuros (incluso durante la época del Imperio donde, a pesar de ser la potencia más grande, con unos recursos inmensos, no supo manejar con inteligencia todo aquello que obtuvo en sus conquistas)...

Saber perder es lo que nos hace ser nosotros: nos reímos de nuestra desgracia, sonreímos ante el mal tiempo y, encima, le sacamos un chascarrillo... Es esa pequeña llama en nuestros ojos la que nos mantiene caminando, la que nos hace gritar "Auuuuuu" cuando te levantas, cuando te dicen "That's impossible" y respondes, con dos y un palito: "Impossible is not Spanish" ("Imposible no es español") y lo que te hace, cada semana, sonreír al escribir estas palabras, tu pequeño conducto con el mundo, tu forma de decir "Sigo vivo" y, sobre todo, lo que te hace resistir...

Fue en ese aeropuerto donde, ya digo, pensé en todas esas cosas y, de pronto, una vez más, la música me jugó una mala pasada al meterme "Clocks" de Coldplay (la primera vez fue en La Haya, justo antes de una entrevista de trabajo, donde Sabina se me coló en los oídos cantando su famosa oda a la ciudad sin estrellas), provocándome esos 10 o 15 segundos donde te prometes que, nunca en tu tierra, nunca más, llorarás de pena...

Es la tercera semana la que me inquietó... Tuve que parar mis visitas y meetings: había otras cosas que hacer pero, de pronto, volví a recordar lo que me empujó fuera... Me siento "exiliado", más que "expatriado": me encantaría volver, pero no puedo, todavía no: mi tierra toca mi corazón como lo hace la música, de forma sutil, encogiéndolo poco a poco, acariciándolo como el canto de las sirenas a Ulises, secudiéndome para afrontar un destino cruel al que, todavía, no quiero volver...

En la tercera semana es cuando la pregunta que te surge en la segunda obtiene una mala respuesta (porque la mente, recuerda, es mala como ella sola y le gusta jugar con las zonas de confort): "Por ésto, eso y aquello te fuiste"...

He decidido que, a partir de ahora, no haré breaks en España de más de 2 semanas: amo demasiado mi país como para que esa pregunta se responda de forma tan cruel...

Pero, ésta mañana, al levantarme y ver que el sol me acompañó desde aquel aeropuerto, he recordado la sensación delante del famoso cuadro del pintor...

Y ahí es donde, una vez más, mi historia ha vuelto a su camino: he regresado y, poco a poco, ya he vuelto a mi comida a las 12 y mi cena a las 19:00, a este tiempo (hoy hace un sol radiante) con su humedad, con sus parajes verdes y sus infinitos horizontes, donde las montañas no existen, los atascos son silenciosos y donde, a penar de ser una sociedad amable, apenas conocen a sus vecinos...

En el próximo episodio, prometo publicar todas las fotos que tomé de mi ciudad, pero hoy os dejo con la que, esta mañana, ya forma parte de mi escritorio: el edificio Metrópolis, Gran Via 1, Madrid :-))
 


Un abrazo: Amsterdam Prevalece.

Paquito.

Comentarios

  1. Leerte me parece fascinante, en serio...!!!! Y aunque esté "callada" te sigo, sigo detrás de la pantalla!!!

    Un beso muyyyy fuerte desde Valencia!!!

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  2. Hola Anna,

    MiL Gracias por tu visita y tu comentario: ¡Todo un placer el volver a leerte por aquí! :-))

    Me complace que sigas por ahí "callada": recuerda que siempre eres bienvenida para comentar lo que quieras, como quieras :-))

    Un saludete enorme y, de nuevo, mil gracias por tu visita y tu comentario :-))

    Paquito.

    ResponderEliminar

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