Russia - Episodio 3 - Día 3 - Esto no es Finlandia
... en la comida, descubro que una de las personas que vengo a visitar es un apasionado de los aviones...
...
X (con cara de "Órdago a grande"): ¿Sabes? Mi padre fue uno de los ingenieros que diseñaba los MIG 20...
Paquito (con aire muy sorprendido): ¡No jodas!
X (con cara de "Todas"): Lo que oyes :-))
...Como soy como soy (y así me va) después del duro día de trabajo, la engancho por banda y le digo: "¡Venga! ¡Nos vamos por ahí!"
"Conozco un restaurante armenio" me dice... "¿Te gusta la comida armenia?"
Russia - Episodio 3 - Día 3 - Esto no es Finlandia
El martes comienza, para variar, a las 6 de la mañana, conmigo dando tumbos por la habitación para, finalmente, acabar en la ducha y así poder despertarme (45 minutos de duchazo largo con no sé cuantos botecitos de gel en el camino: mi obseso-compulsión hacia la limpieza hace estragos en situaciones como éstas).
Así que, por fin, después de casi una hora, salgo de la habitación para tomarme el desayuno y salir zumbando hacia la oficina (es un lujazo empezar el día temprano en un lugar como Moscú, en serio)...
Mi primera reacción es de sorpresa: el olor a quemado no es tan intenso como los primeros dos días, aunque, como descubriré unos 30 minutos más tarde, en la calle todavía es necesario usar máscara (la cual, todavía hoy, quizás en un gesto más propio de la nostalgia que de otra cosa, me sigue acompañando en mi mochila)...
Soy un animal de costumbres: desayuno siempre en la misma mesa (pegada a un enorme ventanal donde veo a personas yendo hacia el trabajo) y desayuno siempre las mismas cosas (bol de cereales con leche desnatada y un platito con trocitos de melón, piña y Kiwi)... Esto me ahorra tiempo y, de paso, me ayuda a mantener la línea (estoy a punto de alcanzar el peso que tenía antes de dejar de fumar: en Moscú además he perdido un par de kilitos, pero, ojo, ha sido por buenas razones :-)).
De ahí que me llame la atención como, con apenas 2.5 días por el hotel, el personal ya me lleve directamente a mi mesa y me ofrezcan sentarme en mi silla... Aquí eché de menos a la chica de los ojos grandes, la cual siempre tenía algún comentario gracioso o interesante que obsequiarme, mientras que aquí, en cambio, el silencio domina la escena (eso y que, entre que son las 7 de la mañana y debido a la nube de humo, estoy solo en el hotel a esas horas).
Todas las mañanas, en el hotel, me dejan una bolsita con el periódico del día ("The Moscow Times", en inglés: los rusos comprenden el valor de la propaganda y están financiando todo tipo de medios de comunicación en la lengua de Shakespiere) donde leo, no sin sorprenderme, que tres de las principales embajadas están evacuando a su personal de Moscú...
Es decir: lo del humo es para hacérselo mirar (estamos ante unos niveles de contaminación unas 40 veces más altos de los tolerables) pero, y esa es mi experiencia, aunque en la calle no se pueda estar y que, sobre todo, la contaminación sea brutal en las afueras de la ciudad, en los edificios de oficinas la cosa no se nota (en especial en los nuevos)...
Sin embargo, si trabajas en un edificio antiguo, o vives en las afueras y no tienes un aparato de aire acondicionado o algo así, ésto, unido a los 38 graditos de temperatura, van a hacer de tu vida un infierno (y de ahí que, durante los días que estuve por allí, varias personas mayores, con problemas respiratorios, murieran a causa de la famosa nube)...
Al salir a la calle, como un ritual, lo primero que hago es ponerme la mascarilla y enfilar hacia la oficina... Todavía el calor, aunque se nota, no es sofocante... Sin embargo, en sólo un par de horas, debido a la construcción de la ciudad (edificios de granito y aceras de asfalto) la cosa se convertirá en un horno irrespirable, así que, con el iPhone reproduciendo mi Playlist mañanera "Happiness" ("Felicidad") ando como Dorothy por el camino de tejas amarillas que lleva hacia el célebre mago de Oz...
En la oficina, hoy sí, empiezan mis sesiones de formación y, al final del día, tengo una sensación de que las cosas no han ido como debían (unos cuantos contratiempos y un par de cosas que, durante la tarde, investigo como un loco para poder así dar una respuesta coherente al día siguiente)...
Mi compi del día anterior no está en la oficina, pero hoy han aparecido unos compañeros de Finlandia, así que me uno a ellos para volver al hotel e irme de cena con ellos...
A las 20:00 exactamente, dos finlandeses y un español salen de un hotel de Moscú en dirección este a 4 kilómetros por hora. Al mismo tiempo, un tren sale de Soria con destino Madrid a 90 kilómetros por hora: teniendo en cuenta velocidad, recorrido y distancia, determine en qué momento se le fue la olla al que escribe recordando los puñeteros problemas de ecuaciones con trenes saliendo de Madrid y Soria que acababan chocándose en Sigüenza :-))
No sé qué pasaría con el tren con destino a Madrid, pero lo cierto es que los dos finlandeses y el español enfilaron hacia la avenida de los 10 carriles y donde, gracias a la caminata, una vez más, descubrimos porqué Norte y Sur son tan diferentes...
Tenemos que cruzar nuestra calle (4 carriles: nada del otro mundo)... Los coches van a toda velocidad y ni Dios respeta el paso de cebra: observo la jugada y, como ya he dicho muchas veces, "Es Madrid hace 15 años", así que, cuando se produce una distancia de seguridad adecuada, empiezo a cruzar y los coches desaceleran (sin parar, ojo) para, así poder alcanzar el otro lado de la calle...
Mis compañeros finlandeses no lo ven claro: pacientes, se quedan en el otro lado del paso de cebra esperando a que alguien pare y, por más que les intento explicar que crucen, ellos son fieles a su protocolo ("Pararán: ¡Estamos en un paso de cebra!")...
5 minutos más tarde (no exagero), por fin alguien para el coche y empiezan a cruzar, hasta que se dan cuenta de que, efectivamente, esa persona ha parado, pero no los demás, de ahí que amaguen con quedarse quietos y de pronto, desde mi lado, observe la jugada del conductor ruso, quien se empieza a dar cuenta de lo que está pasando y no quiere quedarse varado delante del paso de cebra mientras estos dos se deciden (o no) a recorrer toda la distancia que les separa de mi acera...
"Esto no es Finlandia" les explico al fin, "Aquí tienes que meterte en el paso de cebra y entonces ellos pararán... No porque sea un paso de cebra o porque a ti te pueda pasar algo... ¡Olvídate! Pararán porque no quieren que le pase nada al coche"...
Me miran aterrados, como cuando aquel profesor mío le contó a su esposa (alemana) lo que eran las criadillas... La mujer se pegó un jartón y le encantaron, de ahí que, por la noche, entre achuchón y achuchón, la teutona le dijera que tenía que aprender la receta de ese manjar que había probado y que, de paso, le explicara eso del "ingrediente secreto" (lo último que se recuerda, según fuentes oficiales, es a la germana diciendo algo de "cavernícolas" y "salvajes", con la consecuente restricción de fornicio con el marido durante una indeterminada cantidad de días)...
Norte y Sur: mundo lineal contra mundo discontinuo...
Así que, entre mucho lirili y poco lerele (una expresión toledana que es fantástica), al final llegamos a nuestro destino, un restaurante italiano donde, como buenamente podemos, le explicamos al garçon que queremos una ensalada, un par de pizzas, un calzone, un par de birras XXL y un Coca-cola bien fresquito (que tiene que ser Pepsi, porque en Rusia, detalle, Coca-cola es muy muy muy pequeña y Pepsi, que entró primero, está en todas partes).
Hasta este punto, lo que no te he contado es que el nivel de contaminación ha bajado durante el día y que, desde el momento en el que dejé la oficina, hasta el viernes, cuando volví a Ámsterdam, ya no volvería a utilizar la máscara: el calor seguía siendo sofocante pero, eso sí, poco a poco, el horizonte se dibujaba en la silueta de la ciudad... Ya no podías mirar directamente al sol (la atmósfera comenzaba a limpiarse) y, para mi fortuna (porque, no sé cómo lo hago, pero tengo suerte en esta vida), esa misma noche, llovió de madrugada, de ahí que, en el siguiente episodio, te contaré la maravillosa sensación de, por fin, un año más tarde, encontrarme un precioso día en la capital de la Federación Rusa...
Te dejo unas fotitos (ese día apenas hice seis o siete) para que veas cómo fue la cosa (sobre todo con la atmósfera).
Paquito.
Próxima entrega: "Russia - Episodio 3 - Día 4 - ¿Cómo sabes todo eso?"
Molan tus viajes!
ResponderEliminarEs una pena que en el iPad no se vean las fotos que has dejado en blogspot, me temo que usan flash y...
Hola Santi,
ResponderEliminarMil gracias por tu visita y por tu comentario: sin problema, las fotos son accesibles desde aquí:
http://picasaweb.google.com/Paquito4everPictures/RussiaEpisode3Day3TuesdaySecondDayOfWork
A disfrutar del iPad (They nailed it, eh? ;-))
Mil gracias por tu visita y un cordial saludo desde Amsterdam :-))
Jajajajaja! Lagrimas! Lagrimas de risa y flashback porque cruzando las calles aquí pasa lo mismo. El truco, he aprendido, es no mirar a los coches. Ayuda mi fotofobia y que literalmente ni los veo. Cruzo que da gusto... :-)
ResponderEliminarHola de nuevo A (te respondo en oleadas :-))
ResponderEliminarDesde el día aquel en el que, yendo al aeropuerto con "M", por poco os roban (y tu que no entendías qué hacía aquel tipo tan próximo a vosotras) ya me lo creo todo de ti :-))
Suicida vasco-holandesa: ¡Mezcla interesante! :-))
Un besazo enorme,
Paquito.
...Inocencia, bendita ... inconciencia? ;-)
ResponderEliminar"Inconsciencia"... Esa es la palabra: "Inconsciencia" :-))
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