La primera vez

"A mi nunca me hacen ningún regalo: ya me he acostumbrado"...

Me lo dijo con tono quedo y triste, con el timbre resignado que podrás escuchar en aquellos que, si algo echamos de menos de nuestra tierra es, precisamente, el intentar, de vez en cuando, tener un detalle con los demás.

No todo el monte es orégano, es verdad, pero una cultura es una cultura y, por aquí, eso es verdad, se echan de menos algunas cosas.

Así que, mientras escuchaba a aquella persona decirme esas palabras, recordaba todos sus favores, todo su apoyo y todas las cosas que, en los últimos dos años, ha hecho por mi, sin pedir jamás nada a cambio, estando incondicionalmente de mi parte, pasara lo que pasara, guiándome en los diferentes "Lost in Translation" que, a veces, me suceden y donde, si no es por su ayuda, no consigo entender en su completa amplitud todo lo que pasa.

Las cosas no cambian porque sí: siempre existe un primer suceso, algo generalmente imperceptible y aislado, en algún sitio, en algún lugar que, en última instancia, consigue provocar que algo varíe, que algo, simplemente, deje de funcionar como esperamos.

Así que, esa, fue mi lección: decidí prestarle más atención e intentar confortar a alguien que, como yo, entiende el mundo de una forma peculiar.

"No seas como yo", le digo siempre cuando me cuenta sus cosas: "Aprende a vivir y a ser feliz: no seas como yo, no te hagas eso a ti misma... Con uno como yo ya es más que suficiente".

Como yo, no dice cuando es su cumpleaños y, como yo, no lo celebra: como yo, no espera regalos de nadie pero, como yo, sabe exactamente qué hacer para, con poquito, confortarte y recordarte que sí importas y que, aunque no lo creas, sí existe alguien que se preocupa por ti.

Por eso, cuando inicié la operación de nombre en clave "azul armenio" (un color que entenderás un poquito más tarde), siendo como soy, disfruté como un enano el hecho de no poder absolutamente nada a nadie sobre lo que estaba llevando a cabo.

No fue difícil encontrar su objeto de deseo: desde hace un año, allá donde voy, una pequeña cámara negra me acompaña, oculta en un bolsillo de mi chaqueta para, en cualquier momento, hacer una buena fotografía de cualquier cosa que me llame la atención.

Es la misma cámara que documenta personas, lugares y objetos que observo: desde hace un año analizo objetos, texturas y colores porque, en última instancia, nuestro entorno es un bonito "totum revolutum" de texturas, olores, sabores, formas y colores que se relacionan con nosotros en cada momento de nuestra existencia.

Ejemplo ejemplar: cerveza.

Año 2006, Septiembre, en algún lugar del suroeste de Alemania.

Recuerdo que era fin de semana y recuerdo que fui invitado a un bonito lugar entre verdes colinas, bosques y un precioso lago en el que, entre otras cosas, tuvimos la oportunidad de montar en un bote, disfrutando así de un lugar paradisíaco, en un país que, siempre, te recomendaré que visites (de momento, el mejor de los que he podido probar :-)).

Después de la parte divertida (a los alemanes les va el rollo de la interacción con la naturaleza que no veas), fuimos a un pequeño restaurante justo en la orilla y al ir a pedir, fui preguntado qué quería...

- "Una Coca-cola" empecé diciendo.
- Ok - dijo mi acompañante. Yo tomaré una cerveza blanca.

Al servirnos, entendí que era eso de la cerveza blanca: un majestuoso y alargado vaso curvado hacia el centro, hacía las veces de elegante copa para una cerveza hecha de trigo, la cual, por el ingrediente, tenía un color y una textura que nunca había visto en esa bebida y que, gracias a la forma del vaso (curvado hacia el centro), su color cambiaba, yendo de un amarillo turbio hacia un amarillo más anaranjado que, simplemente, me maravilló.

- ¿Y esto qué es?

Ahí es donde recibí la lección: mi acompañante descubrió que, como en otras muchísimas cosas, el abajo firmante es un perfecto ignorante de asuntos completamente cotidianos y abundantes en la vida diaria, de ahí que, unos cinco minutos más tarde, acabé con una copa como la suya en mis manos, brindando a su salud y, por segunda vez en mi vida, bebiéndome una cerveza entera y (más importante) disfrutándola.

- Prost! :-))

Aquella experiencia se quedó en aquel lugar y, como casi todas las cosas en mi vida, se aparcó en algún lugar de mi memoria para, tiempo más tarde, volver a reaparecer y reclamar un poquito de interés.

Cinco años más tarde, concretamente ayer, al fin di con una cerveza de sabor parecido a la que, en su día, consiguió dejarme sin palabras...

En el camino, un lento proceso de prueba-ensayo con mi compañero de casa (un chico alemán) como grupo de control (siempre compro dos, una para él y otra para mí, así, cuando la pruebo, comparo mi percepción de sabor con él y, de paso, le demuestro que "compartir es vivir" :-))...

Este pequeño "detour" narrativo te explica como soy: metódico y meticuloso, aplicando principios científicos en cosas tales como la búsqueda de una cerveza con sabor, textura y color, parecida a la que bebí en un lugar de Alemania hace cinco años o, como A. pudo comprobar en Ámsterdam, compartir la mejor sopa de fideos chicos con dumplings de gambas del país (ya ni me preguntan el nombre cuando voy a tomármelos: incluso lo escriben correctamente, lo cual me hace sonreír :-)) con, de paso, visita guiada y personal a una de las bibliotecas más bonitas del mundo. 

La operación "azul armenio" continuó como esperaba: encontré el objeto perfecto que cumplía todos los requerimientos para con esa persona: las especificaciones más que técnicas, iban relacionadas con tamaño y peso, de ahí que, todo lo demás (siendo uno como es) sería mi gusto personal (la tecnología es lo mío :-)).

Todo estaba preparado pero, el último detalle, fue el del color...

El color de los objetos transmiten historias: los objetos oscuros suelen ser discretos, objetos  que, generalmente, ofrecen una sensación simple y directa, funcional.

En este caso, dado el peculiar carácter de la persona a la que el objeto tenía por destinatario, tuve que pensar no sólo en lo que el objeto iba a resultar como regalo en sí, sino que, además, quería que el objeto fuera el inicio de una conversación, de una historia, la típica cosa que alguien saca del bolsillo y que, por su apariencia u objetivo, consigue que alguien te pregunte por él...

"Azul armenio" fue mi decisión: combinaba con su tipo de piel, de pelo, de ojos, con su tipo de vestimenta y, además, ofrece un color a la luz que la destaca lo suficiente para, sin ser llamativo ni caer en la horterada, convertirte en una gota de color allá donde estés.

La operación logística fue genial (un peculiar viaje entre países hasta que llegó a mis manos) y, por fin, cuando el momento llegó, preparé uno de los papeles más bonitos de mi vida.

Porque los holandeses tienen razón: "Sinterklaas viene de Madrid y trae regalos a aquellos que se portan bien".

- ¡Me tienes contento! - le dije muy serio al verla.
- ¿Por qué? - me preguntó extrañada. ¿Qué ha pasado?
- No me gustan los secretos - le seguí diciendo en tono seco.
- No te entiendo: ¿Qué secretos?
- Hace un tiempo - empecé diciendo - te pregunté cuando era tu cumpleaños y nunca recibí respuesta...
- Ahhh bueno - me dijo aliviada - Pero eso da igual: yo nunca se lo digo a nadie - terminó confesándome.
- Lo sé - le dije. Por eso, porque no sé cuando es, he decidido tomar medidas.

Y, acto seguido, al abrir mi mochila, saqué la brillante cajita y, con una sonrisa, dije aquello de:

- Feliz cumpleaños y Feliz Navidad...

Existen documentados cinco estadios en el duelo: "negación", "ira", "negociación", "depresión" y "aceptación".

En los siguientes diez minutos fui testigo de todos ellos aunque, eso sí, asistí a tal evento con una enorme sonrisa, observando como una persona, parecida a mi, lidia con la situación...

- Esto es demasiado - empezó diciendo... - No puedo aceptarlo (NEGACIÓN).
- Es lo que tienen los regalos - le respondí - se deben aceptar.
- ¡Es demasiado! ¡No puedo aceptarlo! - insistió (IRA).
- Disfrútalo: ¡Te lo vas a pasar teta haciendo fotos a todo lo que se menea!
- No puedo aceptarlo... ¿Cuánto te ha costado? ¡Tengo que pagártelo! (NEGOCIACIÓN).
- No aceptaría tu dinero - le dije. - Es un regalo, así que quiero que lo aceptes y lo disfrutes...

La parte de la DEPRESIÓN fue cuando empezó a llorar... Supongo que, sobrecogida por la emoción, reaccionó de esa forma, ante lo que ello significaba, ante el "a mi nunca me hacen ningún regalo: ya me he acostumbrado"...

No... Nadie se acostumbra a algo así: quizás nos resignemos, pero nadie se acostumbra a pensar que a nadie pareces importarle...

- ¡Y fíjate el color! ¡Es preciosa! - me dijo al abrir la cajita.
- Sí... El color es para que presumas con ella - le dije burlándome.
- Estas Navidades voy a ser la sensación con mi cámara en todos sitios - terminó diciéndome entre lágrimas (el ser humano es capaz de sonreír y llorar al mismo tiempo: somos un espécimen curioso).
- No sé qué decir - terminó finalmente... Gracias (ACEPTACIÓN).
- De nada: disfrútala y haz muchas fotos...

Salí de aquel lugar en silencio y con una gran sonrisa: si algo podría cambiar en su vida, el primer paso estaba dado. A veces, simplemente, necesitamos eso: una pequeña palmada en el hombro, un pequeño gesto, un primer paso, algo  nos diga "tu puedes" o, "las cosas no tienen porqué ser así, créeme".

Lo cierto es que, al final, no conseguí mi respuesta y siguió sin decirme la fecha de su cumpleaños...

Pero poco importa: es el 17 de Septiembre... Lo averigüé gracias a un interesante ejercicio de observación de cuyos detalles no puedo hablarte: el plan siempre fue que no supiera que yo lo sabía para, mientras tanto, ganar tiempo y elegir con absoluta precisión el regalo que sabría que no sólo no podría fallar sino que, como decimos en España, "le daría en toda la madre".

Por eso, ahora tengo todo un año para preparar la siguiente: se supone que no lo sé, así que voy a disfrutar como un enano guardando el secreto (del que ahora tu eres mi cómplice :-)) para, cuando llegue ese día, simplemente tener un pequeño detalle y poderle recordar las únicas palabras sabias que he sido capaz de pronunciar en mi vida:

- "No seas como yo... Nunca".

Eso es todo: ¡Ámsterdam Prevalece!


Paquito
sugerenciasapaquito (arroba) yahoo (punto) es

Comentarios

  1. RECUERDA QUE YO EL TUYO SÍ LO SÉ , MUÑECO .... :))
    UN ABRAZO,
    GRASSHOPPER

    ResponderEliminar
  2. Y por eso no te acuerdas nunca, "muñeca" :-))

    Yo también me acuerdo del tuyo :-)).

    Gracias por tu visita y por tu comentario,

    Paquito.

    ResponderEliminar
  3. Esa, ya sabes tu quien28 de noviembre de 2011, 14:23

    Me ha gustado

    ResponderEliminar
  4. Me alegra de que haya sido así :-))

    Un beso y gracias por tu visita,

    Paquito.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Todo comentario, siempre y cuando sea educado, es bienvenido.

Quizás te pueda interesar...

Tener un coche en Holanda

Es cuestión de organizarse

ChatGPT - Ahora empieza lo bueno

"No hay huevos" - La compra de Twitter por Elon Musk

Para mí Tanya es Ucrania