Tenga un buen día


- Gracias de nuevo por su llamada: tenga un buen día.
- Igualmente.
- Adiós.
Así es como finalizó la llamada: un sencillo y protocolario saludo.

Hay veces en la vida donde uno no sabe cómo reaccionar ante lo que acontece en su presente: en mi caso, esa llamada donde, una agradable voz con un suave acento holandés, me daba la noticia.

Debo decir que, en este caso, quizás por las particulares circunstancias, ha sido la segunda llamada en mi historia en Holanda que más impacto ha tenido en mí.

La primera sucedió hace unos cuatro años, casi casi por las mismas fechas en las que ahora estamos: fue un proceso largo y complicado, lleno de incidencias y desafíos (algunos de ellos, además, de tipo logístico, pero eso es entrar en menudencias y no es ese mi propósito para hoy).

Una voz parecida, con ese eterno acento cantarín, donde las uves se tornan en leves efes y las erres adquieren una particular sonoridad, me confirmó entonces lo que ya sabía:
- Lo lamento, Paquito.
Recuerdo el cielo gris de aquel día, y recuerdo la tristeza, casi infinita, que invadió cada una de las células de mi cuerpo.

Era Marzo de 2008: mi tiempo acababa y “ese” fue precisamente uno de los clavos ardiendo que, poco a poco, desaparecían del muro y a los que me aferraba para no caer al abismo.

De igual forma, aunque en diferentes circunstancias, este era otro de esos clavos que, la vida, a veces te ofrece como un flotador para no ahogarte en el océano de las dudas.

Se nos dice constantemente que debemos ser fuertes ante la vida. Resistimos y aguantamos lo indecible, seguimos caminando en el mar de las dudas, en un océano donde, en casi todo el trayecto, no divisaremos más que agua en el horizonte y donde, a la mínima, perderemos la fe dejando llevar el bote a través de la corriente.

Pero somos vulnerables: es nuestra forma de ser humanos, de sentir y transmitir que estamos vivos, que no somos meros ejecutores de órdenes y que, al contrario, de igual forma que mostramos lo que somos, aceptamos lo que los demás tengan que mostrarnos a su vez.

La diferencia entre el hombre y la máquina: sentir.

La triste verdad es que este tipo de noticias no le gustan a nadie: ¿Para qué engañarnos? Me hace particularmente gracia la obsesión de la cultura anglosajona por no expresar de forma pública su tristeza. Me choca, cada vez que alguien cuenta una historia triste y se emociona, las disculpas y la vergüenza que una persona puede sentir por llorar o expresar cualquier emoción que no sea digna de un programa del Club Disney.

Los seres humanos reímos y lloramos: de igual forma que aceptamos una cosa, deberíamos aceptar la otra... No pasa nada: lo creas o no, forma parte de ti.

Mi vuelta a casa fue casi como siempre: enclaustrado en mis pensamientos y mis Podcasts, caminé y sonreí al pensar que, apenas 24 horas antes, por primera vez en mucho tiempo, empecé a crear “el plan de transición”: la siguiente etapa en mi vida donde, precisamente, la piedra angular comenzaba en ese punto.

24 horas más tarde todo se congelaba de nuevo.

Desde hace unos dos años dejo que mi instinto mi guíe: habiendo conocido gentes y circunstancias completamente ajenas a mi proceder y parecer, he profundizado en la naturaleza de las culturas que conozco en primera persona, descubriendo a su vez lo perdido que estoy con todas las demás, incluyendo sus modos, costumbres, circunstancias y protocolos.

Ahí es donde uno actúa, ya digo, siguiendo el instinto y la intuición, sin dejar de ser nunca lo que eres: un español que vive en Holanda, nada más y nada menos, sin orgullo y, desde luego, eso lo tengo claro como el agua, sin complejos.

Existe un protocolo que funciona bien en todas partes: ser amable. Esta intrigante convención del comportamiento humano brilla por su ausencia entre los aborígenes de las Tierras Bajas, razón de más para, desde el cariño, hacer énfasis en las exquisitas maneras que, a su vez, a lo largo de los años, has ido acumulando en tu pequeño bagaje cultural que llevas contigo allá donde tus huesos caminan.

Precisamente por eso, cuando recibes “una de esas llamadas”, notas que el aire baja levemente de temperatura, el tiempo parece pasar más despacio, la tristeza busca su momento estelar y tu, simplemente, te dejas llevar.

Bucear en tus sentimientos: dejar que el vacío te sumerja en el lago de la tristeza y proclamar que, aunque mañana será otro día, hoy toca sentirte “así”.

La felicidad es etérea: dice Don Drapper (el protagonista de “Mad Men”, una maravillosa serie de televisión ambientada en una agencia de publicidad a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta) que (cito del guión y traduzco del inglés):
“La felicidad es el olor de un coche nuevo. Es liberarse del miedo. Es una valla publicitaria en un lado de la carretera que proclama con seguridad que sea lo que sea que estés haciendo, está bien. Todo está bien”.
En cierto modo, creo que esa frase es bastante acertada: la felicidad es un estado donde todo está en orden y, por tanto, es aburrida.

Hace algunos años llegué a un punto en el que declaré que, para mi, ser feliz era “la ausencia de infelicidad”: la vida es una constante lucha contra los elementos para buscar una armonía que no llegarás a conseguir fácilmente y que, si así lo haces, no dudará mucho.

Los momentos de tristeza ofrecen felicidad cuando desaparecen: después de bucear en el mar de las dudas, de sumergirte y sentirte mal, sales con la lección aprendida, revives y vuelves a ver las cosas con una perspectiva distinta, porque sólo desde el dolor y la derrota, sólo desde la fragilidad del alma, es de donde uno puede sacar lo mejor de si mismo.

No temas sentir dolor: hasta un cierto punto (sin caer en el masoquismo, tengamos la fiesta en paz :-)) es bueno sentirlo de vez en cuando. Ser consciente de que a veces las cosas que tenemos no se deberían dar por supuestas es un ejercicio que te ofrece perspectiva, esa cualidad que te ayuda a entender el mundo de una forma más rica y profunda, donde los detalles aparecen y los matices definen aquello que tus ojos perciben.

Y así, con esa tristeza, al colgar el teléfono y sentir que el cielo pasaba a ser un poquito más gris de costumbre, sonreí y pensé en todas las cosas por las que he ido pasando estos años: los días buenos, los días malos y los días horribles, uno detrás del otro para, al final, acabar pensando que soy afortunado, que, como tu, por muy malas que puedan ser mis circunstancias, siempre estoy a una llamada de teléfono de cualquier lugar del mundo, porque, a veces, sólo necesitamos eso :-))

La semana que viene, si queréis, hablamos de los sistemas médicos (creo que he hablado del asunto en alguna ocasión, pero quizás toca revisitar el asunto, por aquello de la actualidad).

Pero, mientras tanto, prepararé una pequeña maleta, prepararé una pequeña mochila con mi cámara y, "por una vez", volveré al pasado para, así, recordar que una vez hubo una ausencia absoluta de infelicidad en un lugar donde, durante un tiempo, todo fue como siempre había querido que las cosas fueran.

Y esta vez será la última que vuelva a ese lugar :-((

Eso es todo: ¡Ámsterdam prevalece! 


Paquito
sugerenciasapaquito (arroba) yahoo (punto) es

Comentarios

  1. Hubo un tiempo en que yo tambien pensé que ser feliz era no ser infeliz....y me equivocaba. Espero que tú tambien encuentres tu felicidad real

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    1. Hola pelocha :-))

      Mil gracias por tu visita y por tu comentario: todo un placer el leerte por aquí.

      En mi caso, me temo, quizás por mis prontas lecturas con el amigo Diógenes de por medio, me he hecho un poco cínico y todavía me cuesta cambiar esa parte.

      Sin embargo, créeme, estos mensajes me hacen muy feliz :-))

      Un abrazo y, de nuevo, mil gracias por tu visita y por tu comentario.

      Paquito.

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  2. Suerte en tu nueva aventura, te seguré leyendo!!

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    1. ¡Gracias! ¡Será un placer el tenerte por aquí! :-))

      Un abrazo y, como a todo el mundo, gracias de nuevo por tu visita y por tu comentario.

      Paquito.

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    2. ¡Me olvidé de vos! ¡Qué desastre! :-))

      Mil gracias por la visita: a ver si escribo pronto sobre mis últimas aventuras :-))

      Un abrazo y, de nuevo, bienvenido y gracias por pasarte por aquí.

      Paquito.

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  3. que nudos me dejas en la garganta....espero que ese regreso al pasado, sea lo mejor para continuar en tu camino.
    S.S
    (Nose porque pero creo que ers una gran persona)

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    1. Hola S.S.

      Gracias por tu visita y por tu comentario: todo un placer el leerte por aquí.

      "El viaje al pasado" fue alucinante (ya lo contaré).

      No te creas: yo pienso como mi padre cuando me dice: "Hijo mío: ¡Tu eres medio tonto!" :-))

      Mil gracias por tu visita y comentario.

      Paquito.

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  4. Bueno, tú eres "medio tonto" y yo soy "super tonta" ja! eso hara que almenos nos llevemos bien ;)
    Espero con ansias que ya cuentes esa aventura.
    Un beso.
    S.S

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