Este lugar

Hola,

Hacía tiempo que no venía por “este lugar”: echaba de menos venir una mañana, sentarme sin todo el barullo de turistas y curiosos, rodeado de estudiantes que vienen a hacer trabajos, a repasar o simplemente a estudiar y, como ellos, sumergirme en mi pequeño ordenador y empezar a escribir sobre cualquier cosa.

Te he hablado alguna vez de este lugar: si algún día vienes a Ámsterdam, te recomiendo encarecidamente que dediques un par de horas a visitar este pequeño “museo de la cultura” que es la Biblioteca Central de Amsterdam.

Este lugar te inspira: algo que me obsesiona sobremanera, en especial desde que vivo en Holanda, es la gestión de la luz en lugares cerrados.

La broma, como, siempre, empezó hace unos años, en un avión, sentado tranquilamente mientras esperaba al despegue. En ese momento, cuando apagaron las luces del aparato, recuerdo haber mirado hacia el techo y allí, justo allí, estaba una de las soluciones de iluminación más agradables que, al menos yo, he tenido el placer de ver en mi vida (ya lo sabes: la próxima vez que te montes en un avión, observa la forma en la que la aeronave está iluminada por dentro).

Desde entonces, en cada lugar del mundo donde he estado, siempre dedico unos minutos a la observación de los sistemas de iluminación, la gestión lumínica de los espacios amplios o pequeños, el juego de sombras y, sobre todo, mi forma favorita, cuando una luz cálida ilumina un pequeño lugar y crea penumbra a su alrededor, eso que los gafa-pastosos llamarían “un lugar íntimo” y que, uno, que es más terrenal, lo llama simplemente “agradable”.

Las lámparas de la planta baja iluminan el enorme espacio central que recorre el edificio y que desemboca en la sección infantil, un lugar estupendo para los pequeños retoños y que, como me empiezo a oler, en breve me va a tocar frecuentar con NT-SOBRINA-01, así la criatura podrá desahogar su hiperactividad mientras su tío, mucho más calmado, le intenta enseñar en el iPad cosas que le interesen y que le puedan servir para el día de mañana (gloriosa será la lección sobre la escuela Bauhaus y su influencia sobre el diseño industrial de los productos tecnológicos de finales del s.XX y principios del XXI, en especial en una compañía muy concreta, de cuyo nombre, en este momento, no puedo acordarme :-)).

Cuando vives en latitudes más cercanas al polo que las tuyas, una de las cosas que empiezas a echar de menos es precisamente la luz: más allá del tópico del sol y el buen tiempo, los que nos vamos aceptamos, algunos de mejor grado que otros, que esto no es precisamente un país tropical (por mucho que “estos” pongan en la Wikipedia que el Reino de los Países Bajos tiene un invierno suave, no cuela).

El problema, por lo menos para mi, no es precisamente el tiempo (famosa es la escena de un servidor bailando en las calles de Moscú, con montañas de nieve a su alrededor, en vaqueros, camiseta y una simple chaqueta, mientras los “tovarichs”, con gorros de piel incluidos, no daban crédito, confirman mi grado de locura, por una parte, y confirma que el frío no es un problema) sino, precisamente la carencia de luz en el invierno, que es, cuanto menos, “aterradora”.

Me explico: España, como casi seguro que sabrás, sigue los parámetros de la hora dentro de lo que se llama el “CET” (del inglés, “Central European Time”: hora de centro-Europa). Sin embargo, si te fijas en un mapa, verás que España está físicamente debajo de Inglaterra, país que, junto con Portugal , las Islas Canarias y muchos otros, sigue el GMT (Greenwich Medirian Time: tiempo del meridiano de Greenwich).

Esto hace que, los españoles, “hagamos trampa” con la luz: técnicamente deberíamos seguir la hora de Londres y Canarias pero, por convención, seguimos la hora de Centro Europa, que está más al este y que, además, está más arriba.

¿Esto que nos concede? Nos concede, más o menos, unas dos horas más de luz en el invierno que los holandeses (y una hora más que los franceses) y el mismo número de horas menos en verano.

En verano, poco importa (aquí anochece a las 11:30 en Agosto, mientras que en España, más o menos, lo tienes a las 21:30 o 21:45), además de que el clima te invita a salir y a vivir.

Sin embargo, en invierno, el anochecer llega aquí a las 15:30, siendo noche cerrada sobre las 16:20, cosa que, en España, sucede a las 18:30 (más o menos).

Esas dos horas de diferencia lo cambian todo: no sólo las condiciones climáticas (éstos se resisten a entender que en España, sobre todo en el centro, hace frío) sino tus biorritmos, por cuanto los seres humanos somos, como las gallinas, altamente sensibles a las condiciones meteorológicas y lumínicas que nos rodean.

Nota al margen: en mi trabajo suelo utilizar una frase que resume mi completo descrédito ante el homo-centrismo en el que actualmente vivimos: "Somos gallinas altamente evolucionadas".

El verano ha traído días más largos y, con el días de polen y una sensación de vigor que, apenas dos meses antes, estaba completamente desaparecida en tu cuerpo porque, al menos yo (que esto va por barrios), durante el invierno y la primavera, aquí, podría hibernar, una vez que, sobre las ocho de la tarde, ya no soy un ser humano, sino un trozo de carne de ojos que se arrastra buscando una superficie horizontal sobre la que dormir.

Me encanta levantarme temprano y aquí, precisamente en verano, es una de esas maravillosas delicias que la naturaleza te ofrece: el día empieza sobre las 4:45 de la mañana, así que me levanto de forma natural, mucho antes de que el iPhone se ponga a tocar las campanas que me anuncian otro día de trabajo.

Despertarte de forma natural, con los primeros rayos de Sol que tocan la tierra sobre la que vives, es personalmente un placer que no te puedo describir: de igual forma, en invierno, despertarme incluso más tarde, en absoluta oscuridad, cuesta un Potosí y medio (de pronto, esas bonitas campanas que tocan en el teléfono suenan a melodía de película de Freddy Kruger).

Por eso, observando la mediateca de la primera planta, la forma en la que, estanterías circulares repletas de DVDs y CDs, así como los distintos ordenadores y sillones de espuma amoldada, conviven sin saberlo con un magnífico sistema de luces directas e indirectas que producen una hermosa atmósfera, ideal para, ¿Cómo no?, disfrutar de tu estancia en un lugar como ese.

Después de la luz indirecta, como decía antes, me encanta la luz cálida, generalmente creada por alguna lámpara con una pantalla de tal o cual color o forma que crean el milagro.

El fetichismo en estos objetos roza el fervor religioso en algunas de las personas que conozco: en mi caso, poco a poco, ese pequeño fetiche va calando en mi aunque, en permanente rebeldía contra la acumulación de objetos, me niego a comprarla (es el precio de una vida sencilla :-)).

Echo de menos esas dos horas en el invierno... Esos 120 minutos que cambian todo el carácter de un pueblo y de culturas alrededor de un mismo mar: somos gallinas altamente evolucionadas, no somos nada más que eso.

Y como las gallinas, es quizás hora de volver a mi gallinero.

Este lugar es fantástico: si algún día vienes, no te olvides pasar por la cuarta planta...

Allí, quizás, me puedas encontrar a mí :-))

Un abrazo: ¡Ámsterdam Prevalece!


Paquito
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Comentarios

  1. Y si alguien toca bien el piano en el vestíbulo de entrada, mejor todavía. Saludos desde la luminosa Galicia, que debería seguir la hora de Portugal (más horas de luz que en Mallorca, por ejemplo)

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    1. Buenas :-))

      Gracias por pasarte por aquí, como siempre (estás de vacaciones: ¡Descansa! :-)).

      Sí señor: hay veces que verdaderos maestros del piano se sientan y se ponen a tocar bonitas melodías...

      En mi caso, suelo llevar mi música pero, cuando escucho que alguien toca bien, paro el iPhone y simplemente me dejo llevar (la gestión del sonido daría para otro post, teniendo en cuenta que la OBA no tiene régimen de silencio).

      Un saludete y gracias de nuevo por pasarte :-))

      Paquito.

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  2. Es curioso, el otro día hablaba con un amigo de algo que deberías añadir a este post: el derroche lumínico y por tanto energético de Madrid. No lo sabía, por lo visto si una farola esta separada de otra 150m en París en Madrid la separación es de 100m. Lo que implica es que no puedes reducir costes ni apagando una intermedia, la distancia (200m) que quedaría entre farolas ya es demasiada como para plantearselo...

    Creo que en otras ciudades españolas no es tan obvio pero siguen estando mas iluminados que en el resto de Europa.

    Ahí lo dejo

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    1. Buenas,

      ¡Sí señor! Y es, además, una de las cosas que más destacas cuando te vienes a Europa (la sensación inicial de vivir en penumbra, comparado con Madrid :-))

      En el centro de Ámsterdam es, además, bastante más remarcable (la iluminación de las calles es justa para cumplir su propósito: comparado, ya digo, con Madrid, esto parece el Londres de las lámparas de gas :-)).

      Buenas observación: mil gracias por pasarte por aquí y un muy cordial saludo desde la penumbra mañanera (en Madrid tenéis "la boina" de contaminación y nosotros, que somos más modernos, hace casi dos mil años que vivimos "en la nube" (o con la nube puesta, según se vea :-)).

      Paquito.

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