Mi semana
Buenas,
El lunes empezó como casi siempre en estos meses: a las seis de la mañana, con sueño pero con la firme convicción de que, esta semana sí, sería cuanto menos interesante.
Unas horas más tarde, en plena vorágine, mi día empieza con todo lo que ello conlleva: varias reuniones, un montón de acciones por ejecutar y un día de locos que acaba conmigo en un vehículo de alta cilindrada dirigiéndome hacia Alemania...
El GPS del coche me dio el primer toque de calidad cuando, al introducir la ciudad de destino, descubro que, efectivamente, sabe encontrar Dusseldorf pero, una vez allí, no tiene un mapa con las calles (cuatro puntos: el aeropuerto, la estación central, el centro y algo más que no recuerdo).
Tengo que encontrar un GPS y esto se produce a las seis de la tarde, conduciendo hacia Zuid WTC donde, como siempre, un alma caritativa me deja el cacharrito.
“Ahora sí: destino Dusseldorf” pienso para mí mismo, cometiendo el primer error de la tarde, al tomar la dirección equivocada para tomar la autopista...
Atascazo en Amsterdam...
Mierda.
Una hora y media más tarde cruzo la frontera, paro en una gasolinera, reposto, compro un refresco y un panecillo con algo y empieza la conducción por las famosas “Autobahn” que, como algunos sabrán, tienen en general como velocidad recomendada 130, lo cual quiere decir que, salvo que se indique lo contrario, puedes conducir a la velocidad que quieras...
Brutal... Simplemente brutal...
Llego a Dusseldorf, meto el coche en el Parking del hotel y una muy amable recepcionista que habla “un poquito de español” me recibe a porta-gayola...
- Buenas noches Sr. Paquito.
- Buenas noches Belén... ¿Aquí qué hay que hacer para que le hagan a uno una omelette?
Unos treinta minutos más tarde, después de instalarme en la habitación del hotel, bajo al restaurante y, después de una amigable charla con la chica que me atenderá esta noche, una Franziskaner llega a mi mesa para, en unos minutos, acompañar mi simple pero efectiva cena (carne y verduras).
Justo antes de irme a dormir, mi contacto llega al hotel desde Londres... No tiene tiempo para la cena, así que quedamos para el desayuno y así empezar nuestra misión en tierras teutonas...
3 de la mañana... No puedo dormir.
No sé porqué, pero es así: me despierto descansado y conozco esta sensación porque me ha pasado con anterioridad... Estoy perfectvamente bien, pero en tres o cuatro horas, el cansancio me va a recordar que no he dormido, así que, luchando contra los elementos, intento volver a dormir aunque, para mi desgracia, fracasaré en el intento.
6 de la mañana: desisto y me doy un largo duchazo para empezar el día.
7 de la mañana: mi acompañante está ya instalada en la zona de desayunos con un café, su ordenador y su Blackberry preparando cosas...
Charla breve y animada, al grano: después de unos minutos la cosa se relaja y hablamos... Inglesa, vivió en Madrid (”La Moraleja” y “Santo Domingo”)...
“No está nada mal” le respondo (para los que no conozcan, esas dos zonas son dos urbanizaciones a a las afueras que poseen las mejores y más caras casas de Madrid: para que nos quede claro, Beckham vivía en La Moraleja).
A las ocho todo está terminado: salimos el hotel, vamos al coche y, con el preciado GPS, pasamos a recoger a un compañero en un hotel cercano...
Hasta ese momento he conducido despacito y tranquilo... Pero al tomar la autopista...
- ¡Vas muy rápido!
- No... Voy a 160: eso no es nada... ¡Espera y verás!
El día finaliza entre largas reuniones y un maravilloso día de pre-otoño, con un sol tranquilo y un frescor entre la naturaleza que rodea los edificios que es la envidia de todos los oficinistas que allí estamos...
- Es un día para caminar...
- Sí... Ciertamente lo es...
Detalle: un icono para la zona de los baños y, dentro de los mismos, una imagen que vale más que mil palabras en teutón:
Sobre las 15:30 el día termina y, como soy un tipo súper enrollado, llevo a mis compis al aeropuerto de Dusseldorf... Desde allí, mi siguiente misión es llegar a Utrecht donde, esa misma tarde, tengo concertada una cita con la escritora de uno de esos blogs que, sin ruido ni aspavientos, se ha colocado en mi categoría de “Must Read” en el Feedly.
Empieza el infierno...
Hasta la frontera con Holanda, el tráfico ha sido fluido y el tiempo ha sido delicioso... Al llegar allí, después de una parada técnica (siempre que vuelvas de Alemania, para unos minutos en la frontera para tranquilizarte: vienes de un país sin límite de velocidad a un país donde casi todo el rato te hacen ir a cien kilómetros por hora, de ahí que las probabilidades de que empieces a conducir más rápido y de que, por tanto, te metan un multazo, son elevadas... Al parar un ratito, la sensación de velocidad vuelve a los límites normales) y al retomar el viaje, empieza una tormenta tipo “Diluvio universal” que me deja alucinado...
Voy con mucho retraso (ODIO la impuntualidad y detesto llegar tarde a ningún sitio, en especial cuando hay alguien esperándome) y el atasco en la autopista se hace notar, así que, al entrar en Utrecht, mi desesperación va en aumento al comprobar que, exactamente como en Ámsterdam, las ciudades aquí están diseñadas para hacerte lamentar el tener un coche...
Una hora y pico para hacer seis kilómetros (la cosa ya roza el infarto de miocardio en este punto: casi 2 horas de atasco)... Podría haberlo hecho más rápido andando, pero con el aguacero y unido a mi desconocimiento de la ciudad me hacen quedarme dentro del coche con el GPS diciéndome dónde ir...
Por fin consigo llegar al parking de la estación de Utrecht, conocer a nuestra protagonista, cenar con ella, charlar de todo un poco, descubrir una vez más que el mundo es tan pequeño que no te lo puedes ni creer (de esto escribiré en otra ocasión :-)).
Como uno no presta atención a nada, aparco en la primera zona del parking que encuentro... Asumo que “el parking” es accesible desde cualquier lugar y a cualquier hora... Estos conatos de aplicar lo de que cualquier cosa del mundo civilizado es aplicable a un país como Holanda y una ciudad como Utrecht se me revelará una temeridad y me llevará de cabeza al primer cabreo de la noche porque, al volver al coche para ya por fin irme a casa, descubro que la zona del parking a la que yo iba no es accesible.
- Don’t panic - dice mi acompañante quién, en un acto altamente elogiable, se lo toma con una tranquilidad tremenda y me ayuda en todo (una vez más: ¡Mil gracias por tu tiempo, Pelocha! :-)).
Estoy insomne, al día siguiente tengo más reuniones, me he chupado casi dos horas de atasco para llegar hasta aquí, el coche debe estar a las nueve de la mañana en su destino y, si no puedo acceder al parking, tenemos un problema.
20 minutos más tarde, después de recorrer dos zonas completas del parking “de abajo a arriba”, rodeamos todos los edificios y encontramos una entrada para abonados de la zona en la que está aparcado el buga y, donde, vía intercomunicador, explico al segurata de turno que soy el mismo gilipollas que ha llamado 10 minutos antes preguntando cómo Diablos se entraba desde exactamente la otra punta del lugar.
Hora de volver a casa...
El aguacero en mi regreso es endemoniado y tengo que bajar la velocidad a ochenta... Llueve como si lo fueran a prohibir mañana y por fin, sobre las doce de la noche, llego a casa...
Miércoles: día de más reuniones desde las nueve (llego de milagro porque he tenido que ir a recoger mi flamante carnet de conducir holandés), más acciones pendientes y una cita para ir a ver un espectáculo en el Ziggo Dome de Amsterdam (más concretamente a Jeff Dunham, un ventrílocuo tejano que es genial)... El Metro falla, así que mis acompañantes tienen que ir a buscarme a una estación de Metro y cenamos (esto es muy triste) un take-away con cajitas de cartón en el coche de camino.
El Show es genial, pero yo estoy que me duermo... ¡Y todavía nos queda llevar a una de mis acompañantes a su casa!
Hay que conducir a La Haya... La aventura termina a la una y media de la mañana... No soy persona: recuerdo haber puesto un video de algo en el iPhone al lado de la cama... Tres minutos y cincuenta segundos, eso lo recuerdo, pero no recuerdo ni de qué era el vídeo ni cuánto llegué a ver (creo que unos diez segundos).
Jueves...
Día de transición compilando información... En la tarde, me reúno con una amiga del trabajo con la que he tenido un malentendido por e-mail...
Consejo: cuando seas irónic@ por e-mail, o quieras ser gracioso o lo que sea, usa smileys (ya sabes, las caritas tipo “:-)” o “;-))” o “:-(” si te encuentras triste)...
Los e-mails no tienen tono y, aunque tú los leas con tu voz, recuerda que la otra persona no puede verte.
Por último, una llamada de teléfono a España para controlar unas cosillas con otra buena amiga y para casa para dormir...
El viernes trabajo desde casa, así que, entre pitos y flautas, puedo dormir un ratito más y terminar la semana, dejando cosas que hacer para este fin de semana (entre otras: rehacer mi Mac y reinstalar desde cero mi iPhone y mi iPad, costumbre pseudo-masoca que me queda de mis años de usuario de Windows y que me sirve para recordar cómo hacer entre tipo de cosas).
Y todavía me queda el domingo para buscar un seguro para el coche y preparar toda una serie de acciones para empezar mi posible transición de puesto en mi trabajo (el mundo es muy, muy, muy pequeño :-)).
Hoy he dormido como un animal de bellota... Y esta noche dormiré más: he instalado una aplicación en el teléfono (por cierto: iOS 7 mola) que me recuerda que tengo que hacer según que cosas cada día...
Semana de locura... A ver si vuelvo a algo parecido a la normalidad (prometo tomar más vitaminas :-)).
Un abrazo: ¡Ámsterdam prevalece! :-))
Paquito
sugerenciasapaquito (arroba) yahoo (punto) es
Me ha encantado eso de " Empieza el infierno..." justo despues de "tengo concertada una cita con la escritora de uno de esos blogs que, sin ruido ni aspavientos, se ha colocado en mi categoría de “Must Read” en el Feedly"
ResponderEliminarJajajajajajjajajaja, ahora nadie va a querer conocerme Paquito!!! :p
Gracias por la tarde, lo pasé muy bien :)
Buenas,
EliminarGracias por pasarte por aquí: conste en tu defensa que el "efecto-causa" en este caso están perfectamente disociados y que, si bien la aventura por poco me cuesta un infarto, lo cierto es que mereció la pena en cada instante que pasé contigo.
Memorable lo del "A mí no me tiene que pagar nada nadie" (me hizo gracia: menos mal que soy un perfecto grosero y te respondí con las maneras aprendidas de años observando diálogos de Quentin Tarantino o de camioneros de la M-30).
Llámame "old-fashion" o "anticuado", pero un "¡Pues te jodes!" es la mejor respuesta que conozco para semejante encrucijada :-)).
Por cierto: mi Feedly dice que no tengo nada tuyo pendiente de leer... Por favor, escribe: estás en el "Must Read" por un motivo :-))
Un abrazo y gracias de nuevo por tu tiempo y enorme paciencia :-))
Paquito.