Esa época del año
“¡Buenos días chavalada! ¡Ya es esa época maravillosa del año!”
Así, en quinta, es como uno aterriza en el departamento de informática de la empresa, porque ya me conocen y ya me ven venir...
Soy un techie: podría ser peor y darle al ganchillo o a hacer vídeos de gatitos haciendo monadas, pero uno ha salido como ha salido y ahora, a esta edad rebelde mía, cambiarlo me viene mal.
Cada 6 meses, desde hace muchos años, repito la misma historia que, aunque al principio levantaba alguna ceja, hoy en día genera sonrisillas y complicidad entre los más tecnófilos del lugar: toca formatear el ordenata y rehacerlo desde cero.
Lo aprendí hace muchos años, en “mi otra vida”, esa que dejé atrás y que, curiosamente, es lo que tiene cuando se ponen a despedir a gente, de pronto vuelve, poco a poco, como pequeñas olas a la orilla de una pequeña playa, en algún lugar olvidado del mundo.
Es una de esas cosas que, al principio, allá dónde voy, al principio llama la atención por lo extraño del asunto: la cuestión es que, por cuestiones de seguridad y de limpieza, es bueno, cada equis tiempo, rehacer todo, empezar desde cero y volver a construir.
En mi caso, como ya me conocen, saben lo que tienen que hacer: me dejan un rinconcito dónde sentarme, un puerto de red y, yo solito, voy haciendo todo, mientras comentamos la jugada sobre el quehacer y el día a día de un departamento de soporte ofimático, en una oficina cualquiera.
Desde hace mucho tiempo sé que, en las empresas, esa gente, la encargada de que todo funcione bien, poseen un instinto y una capacidad, dada por su trabajo, para, sin abrir la boca, escuchar todo lo que sucede en cada departamento de una organización.
Ellos son los primeros en saber cuándo y quién entra en una empresa, como también son de los primeros en saber cuándo y quién la dejará: en mi rinconcito, mientras trabajo en mi cacharrito, escucho sus tareas diarias y demás, mientras me voy poniendo al día de todo.
Esta reflexión genérica podría pasar inadvertida o, directamente ser ignorada, si no fuera porque, a veces, estar en el lugar adecuado, en el momento oportuno, nos lleva a situaciones peculiares.
- ¿Tu por aquí? - Me dijo con una enorme sonrisa.
- Ya ves: es esa época maravillosa del año donde rehago mi máquina - le respondí.
- Me acordé de ti ayer: tuve una conversación con una persona y le di tu contacto. Es por el tema de tu proyecto.
Curioso... Con eso de que soy capaz de hablar en público, hacer unas presentaciones súper divertidas y sencillas, sin hablar, claro está del movidón que organicé para que saliera bien, uno se acaba ganando una cierta reputación...
Y efectivamente: un par de días más tarde, recibo un correo de una persona quien, en su firma corporativa, leo el nombre de la empresa para la que trabaja.
“Alemania”...
Me dio por sonreír, no voy a negarlo: en el año 2006, mi aventura en Alemania empezó de forma prometedora, pero acabaría como acabaría y, desde entonces, simplemente quise ignorar ese nombre que, 11 años más tarde, otra vez, aparecería en mi buzón de correo electrónico.
Lo dejé pasar: no me gusta que vende-burras vengan a contarme milongas e historias que, aunque puedan ser interesantes, yo no he solicitado: si quiero algo, pregunto, pero, quizás por prejuicio, quizás por lo que he visto, los comerciales no suelen ser gente de la que me fíe.
Y ahí lo dejé, pudriéndose en el correo electrónico, pensando en que, simplemente, ignorando algo, eventualmente desaparece y la vida continúa.
No podría estar más equivocado...
La nevada en Holanda estos días está siendo mítica: algunos de mis compañeros mandan mails diciendo que, debido a ese factor, no van a venir a la oficina, trabajando desde casa y tal.
Yo decido unirme a la fiesta y, como ellos, “por motivos climatológicos”, no pienso ir a la oficina en un tiempecito.
Mi excusa hace sonreír a algunos porque, efectivamente, mi excusa se sostiene en dos factores:
- El clima es una mierda y la nieve es mierda blanca.
- Yo estoy en Madrid de vacaciones.
Aquí, en Madrid, la vida pasa tranquila y despacio: además de dormir como un bendito, estoy relajado y tranquilo, cosa poco habitual, teniendo en cuenta que hablamos de un individuo que, de vacaciones, en cualquier empresa en la que ha estado, siempre se lleva su portátil consigo en sus vacaciones y que, sí, soy culpable, le gusta echar una ojeada rápida al correo de vez en cuando.
De ahí que, esta mañana, cuando estaba a punto de salir de casa para darme un garbeo por la ciudad, el email que me enseñó el teléfono me mostró, una vez más, la tenacidad de los alemanes, por una parte y que, sobre todo, hay cosas buenas que, por motivos de la vida, se quedan atrás, esperando a revivir algún día.
“Hola Paquito??????”
Así empezaba el correo electrónico cuyo remitente, hace 11 años, tuvo el placer (o la desgracia, según se vea) de compartir oficina conmigo.
La vida volvía: aquel email que decidí ignorar en su momento fue escalado a la oficina central de la empresa alemana donde, como ya digo, estuve hace mucho mucho tiempo y, esa escalación, con mi contacto, fue al departamento donde, curiosamente, mi ex-compañera trabajaba.
Ahí es donde uno sonríe y, como aquella persona hablaba español (madre asturiana, padre alemán), le respondí desde el teléfono con, entre otras cosas, mi número...
2 minutos más tarde, Alemania volvió a mi vida y, durante 30 minutos, me puse al día de qué había pasado por allí (buenas noticias: mi ex-compi había conseguido huir de la persona con la que yo acabé partiendo peras).
Los días en Madrid se pasan con un sol intenso, un frío seco que te corta la meada y un azul del cielo que, una vez, Diego Velázquez supo plasmar en sus cuadros: caminando por la ciudad, me doy cuenta de la vida que dejé detrás y que, mientras que en Holanda tengo una vida material más que satisfactoria, mientras que en Holanda disfruto de una enorme tranquilidad, el ritmo de una ciudad como Madrid, la vida de sus calles, de la gente y, sobre todo, la comida, son cosas te hacen pensar muy mucho sobre qué estás haciendo y para qué.
Los días pasan y el número de correos electrónicos de la empresa que están sin leer empiezan a alcanzar niveles disparatados: en paralelo, ese número es directamente proporcional a la cantidad de horas de sueño de gran calidad del que estoy disfrutando: lo bueno de venir a casa de vacaciones es que, entre otras cosas, puedo recuperar todo el sueño que, en Holanda, a pesar de dormir como una marmota, no consigo alcanzar (el Fitbit no engaña: mi calidad de sueño fuera del sofá narcoléptico de Madrid decae y, por motivos que desconozco, toco fondo en los Países Bajos).
Se nos acaba el año y nos espera un 2018 interesante: hace demasiado tiempo que no sufro cambios bruscos o inesperados (la ventaja y la condena de una vida tranquila usando mucho sentido común y prudencia), así que, a ver cómo nos sale el año que viene (honestamente, el cuerpo me pide marcha: tendré que analizar en qué y dónde).
Seguiremos informando (pero, de momento, me voy a doblar una tortilla de patatas con unas lonchitas de ibérico de bellota).
Paquito
Emilio: sugerenciasapaquito (arroba) yahoo (punto) es
Twitter: @paquito4ever
Huyyyyyyyy, me huelo cambio de pais??? :D
ResponderEliminarBuenas,
EliminarMil gracias por la visita y por el comentario: todo un placer como siempre.
Sí: el cuerpo me pide cambios (ya va siendo hora: lo que tengo que ver ahora es cómo y hacia dónde, que parece un problema sencillo, pero, por supuesto, no lo es).
A ver hacia dónde van las cosas.
Mil gracias una vez más por la visita y el comentario: hora de repasar todos los posts que tengo pendientes del resto de la parroquia.