Simone Biles y el uso de medicamentos en deportistas de élite

Nota: he encontrado este artículo, que escribí el 1 de Agosto… Curiosamente, ya lo expliqué antes, en ese periodo tenía la cabeza metida en una historia profesional, de ahí mi sorpresa al encontrarme con el artículo completamente escrito y terminado.

Disfrútalo.


Buenas:

Con los Juegos Olímpicos en Tokyo, como en cada edición, siempre hay un atleta que, si consigue todo lo que se espera que haga, pasará al Olimpo de los dioses del deporte...

En esta edición (2020-2021), como quizás sabrás, uno de los nombres que sonaba como atleta que se lo iba a comer todo era la norteamericana Simone Biles...

Simone Biles es una gimnasta considerada como la mejor de su generación y, en estas olimpiadas, se esperaba que, si todo iba bien, probablemente se convertiría en la mejor gimnasta de todos los tiempos, superando incluso a la figura de Nadia Comaneci, la legendaria gimnasta rumana que, en su día, cambió todos los cánones de su deporte, porque hasta entonces, eran mujeres adultas las que participaban, (Nadia era apenas una niña de catorce años) y que, además, consiguió dejar al mundo con la boca abierta al ejecutar todos sus ejercicios a la perfección, consiguiendo que, por primera vez en la historia de los Juegos Olímpicos, una gimnasta fuera puntuada con diez sobre diez puntos posibles en los mismos.

Simone Biles es ahora, a sus veinticuatro años, todo un hito en su categoría deportiva, la cual generalmente es una competición donde apenas se ve a gente de raza negra y que, además, en sus anterior participación, al igual que Comaneci en su día, dejó al mundo asombrado por su enorme talento y capacidad física en Río de Janeiro.

Desafortunadamente, esa gran esperanza que los estadounidenses tenían sobre ella en los Juegos Olímpicos que se celebran estos días en la capital japonesa, se ha diluido de golpe y porrazo, entrando en una espiral donde, hasta el momento en el que escribo esto, ha ganado sólo una medalla de plata y que pertenecía a una competición por equipos.

En un momento determinado, como digo, "algo se tuerce" y la atleta deja de participar en las competiciones donde estaba llamada a hacer historia... Empiezan los rumores, las historias, las explicaciones, las teorías conspirativas y, sobre todo, mucha, mucha inquina hacia su persona, con acusaciones de que si no participa porque quizás pueda dar positivo en un doping y cosas así...

Todo ello, además, con la conversación sobre la salud mental de una persona, ella, donde la cosa de pronto se convierte en un problema de presión sobre las espectativas que se habían creado a su alrededor.

La historia que viene a continuación intenta explicar qué ha pasado, leyendo un poco sobre el asunto, sin caer en tópicos y, sobre todo, desde un punto racional basado en hechos demostrables.

Al lío que se hace tarde...

En primer lugar: ser una atleta de élite que, además, puede ser un icono generacional tiene una serie de connotaciones más allá del deporte: te conviertes en un icono comercial donde tu historia, tu "Pitch" (la narrativa que sirve para vender tu producto a un inversor) se convierte en un atractivo panel de miel al que compañías de todo tipo irán a invertir su dinero para asociar su imagen a la misma.

Esto es difícil de entender, pero tiene que ser muy complicado vivir en una situación similar a la suya... No sólo los ojos de tu familia, amigos y deportistas de tu disciplina te observan: el mundo y, sobre todo, los intereses comerciales que te patrocinan para un presente o un futuro uso de tu imagen, cuentan con que su inversión se rentabilice de acuerdo al valor al que los representantes del atleta hayan otorgado a sus expectativas de éxito, lo cual se traduce de la siguiente forma:

Grandes Expectativas = Gran Valor Comercial = Grandes contratos de patrocinadores = Más presión para el atleta.

A esto, además, se le puede unir el hecho de que el atleta pueda tener tal o cual condición médica que, en el caso de Simone Biles, según parece, tiene diagnosticada un "Desorden de déficit de atención" y que es, realmente, lo que parece estar detrás de toda esta historia...

¿Cuál es la historia?

Cuando todo esto sucede, lo primero que se hace es empezar a explicar su tensión personal con todo lo que los Juegos Olímpicos iban a implicar en su vida...

Es decir: aterriza en Tokyo y, de pronto, se da cuenta de que todo eso por lo que ha estado trabajando durante años, todo el dinero puesto tras su nombre y todos los ojos del mundo esperando ser deleitados por un enorme talento, aparecen en el horizonte como un muro ante un coche que va a gran velocidad.

Esto, por pintoresco que pueda parecer, es perfectamente posible: uno a veces se llega a convencer a sí mismo de que todo estará bien ante un evento que se avecina en el futuro, pero es sólo cuando realmente uno está delante del desafío cuando, finalmente, las cosas funcionan o no.

En una entrevista a la atleta ella misma lo describió: "el estado físico y el estado mental tienen el mismo peso en un atleta", y esto lo sabemos por, usando a un atleta al que quizás conozcas, Rafael Nadal, tenista español que, más allá de sus habilidades físicas o tenísticas, es laureado por todos sus competidores gracias a su enorme capacidad de concentración y resistencia mental.

Pero cuando algo como lo que ha sucedido con Simone Biles sucede, lo más importante es lo que se llama "el control de la narrativa", esto es, ser capaz de llevar la conversación y percepción sobre el hecho de la forma que tu quieres que se lleve.

Y en esto, hay que decirlo, los yankees son unos maestros: la conversación aquí empieza a cambiar en cuanto la atleta deja de competir, apelando a su coraje y su nobleza por dar visibilidad sobre los problemas psicológicos que ella, como otros millones de personas en el mundo, sufren...

Su coraje se reduce a "no participar", lo cual estaría bien si dijera que lo hace porque entiende que la presión no es sana o por cualquier otro motivo, pero la realidad es más dura: parte de tu trabajo, desafortunadamente, es precisamente lidiar con esa presión, porque la recompensa que trae tras de sí no sólo te dará fama y gloria, sino dinero, "mucho dinero", para ser exactos...

De esto sabe algo la tenista Naomi Osaka que, precisamente, por sus problemas mentales, dejó de competir en Roland Garrós este año... 

Pero la diferencia es que ella lo hizo después de ganar sus partidos para, acto seguido, pedir que, como consecuencia de sus problemas mentales, no quería hablar con la prensa por la enorme tensión mental que eso le suponía.

Es decir: ella quería competir, pero no cumplir con la segunda parte del trato en este tipo de eventos, que es precisamente hablar con los periodistas y, supongo, atender a actos de protocolo para beneficio de la organización que se deja el dinero en organizar y pagar a los jugadores.

La organización aquí hizo básicamente lo único que podía hacer con la tenista japo-americana: la descalificó, por cuanto el torneo establece que su participación no sólo consiste en jugar y ganar partidos para seguir adelante en la misma, sino que los eventos de protocolo son también parte indisoluble de su actuación y que, al igual que uno se va a casa cuando pierde, si no cumples con dichos eventos, se considera rotura del contrato de participación y te tienes que marchar de igual forma, con independencia de tu actuación deportiva.

En el caso de Simone Biles, ya digo, la conversación hábilmente se tuerce hacia la compasión por la atleta, lo cual, esto no es baladí, también tiene su parte de razón: eso, si eres medianamente retorcido, es la forma de hacer que los patrocinadores, que se han dejado salvajadas de dinero para poder utilizar su nombre y su imagen, una vez hubiera arrasado con el medallero, no vayan a cuchillo contigo, porque todos esos contratos tienen cláusulas estipuladas sobre qué se paga, o se dejar de pagar, en función de qué resultados.

Pero todo esto no lo sé: es algo que, desde que la historia saltó a la luz, he ido pensando, sobre todo por lo siguiente (y esto sí que es demostrable).

Un medicamento llamado "Ritolin"

Te decía antes que, en su día, Simone Biles fue diagnosticada con "Desórden de déficit de atención"... En Estados Unidos, uno de los tratamientos que existen para manejar este tipo de desórdenes consisten en la administración de un medicamento llamado "Ritolin", que es básicamente una meta-anfetamina que te ayuda a mantener la concentración.

Esto lo sabemos gracias a un asalto informático que sufre la organización estadounidense que lleva todo el control de dopaje de sus atletas: en ese asalto se descubre que Simone Biles utiliza ese medicamento, el cual está prohibido por las normas internacionales del deporte en el uso de atletas adultos (el Ritolin se admite en el uso de menores para tratar los déficits de atención, pero cuando uno cruza la edad adulta, en ese momento, no se permite en atletas).

En Estados Unidos, además, sabemos que este tipo de medicamentos están siendo administrados como si fueran golosinas (ahí tienes la epidemia de opiácidos que su industria farmacéutica ha creado en los últimos años) y, asumiendo que efectivamente la atleta tiene un problema de déficit de atención (desorden que, por cierto, en muchos países no se considera realmente una enfermedad y/o, en el mejor de los casos, si se acepta como tal, se intentan utilizar terapias donde el uso de medicamentos de este tipo se hacen con cuentagotas, como mucho), lo que sí sé es que el Ritalin es una forma cojonudísima de poner a tu cerebro en quinta para ejecutar lo crea de forma alucinante.

Esto lo sé precisamente porque el Ritalin, en USA, es la droga legal de moda entre los estudiantes: te lo tomas, me pones delante del libro y, de pronto, tu concentración sube al siguiente nivel, pudiendo estarte ocho horas delante del libro deglutiendo información sin parar, sin distraerte, completamente concentrado en tu labor...

Es decir: el Ritolin no te pone en una esfera "más o menos normal", sino que pone a tu cerebro en un estado extraordinario de concentración, ideal para situaciones de estrés o donde uno necesita que su cabeza esté al máximo nivel posible de exigencia.

Ahora imagínate que eres un deportista de élite y que ese cincuenta por cierto de la ecuación de éxito que describía la propia Simone Biles en su entrevista (mitad forma física, mitad estado mental) se puede poner en un estado mental óptimo gracias a una sustancia (mi pregunta es que si eso se admite, por qué no admitir otras sustancias que pondrían a tu cuerpo en un estado físico óptimo, porque esas sí que están controladísimas en el mundo del deporte).

Personalmente, pienso que ese medicamento no debería estar permitido o, por lo menos, que sus dosis estuvieran altamente reguladas en el mundo del deporte, de tal forma que, o las dosis son muy bajas o, quizás, no deberías participar en deportes de alta competición, por cuanto ese medicamento tiene una potencia extraordinaria sobre el elemento clave de todo atleta de élite: tu capacidad para concentrarte.

Conozco además un caso muy particular: en el mundo del ajedrez, donde tu velocidad y agilidad mental son claves, este tipo de sustancias están prohibísimas porque, efectivamente, ponen a la mente del jugador en un estado absolutamente óptimo y representan una desventaja clara para el oponente.

Simone Biles, al parecer, tenía una prescripción médica de dicho medicamento por su dolencia y, en el protocolo médico de los deportistas de élite, si un medicamento está permitido, existe una dolencia real y las dosis del tratamiento son las admisibles por los controles anti-doping, no hay ningún problema, pero el Ritolin apareció por ahí en su día (ya digo: esto lo sabemos por el asalto informático al sistema de control de dopaje del deporte estadounidense).

El problema es cuando esto pasa en Japón...

Todo esto va fantásticamente bien hasta que los Juegos Olímpicos se celebran en "el país donde nace el Sol" (la traducción correcta del nombre), lugar donde el Ritolin es un medicamento que no es "exactamente legal".

La historia es relativamente enrevesada, pero ese medicamento en Japón o no se usa o, si se hace, se hará en unas condiciones extremas, por cuanto el país entiende que es una meta-anfetamina y que con eso no se juega (un país con sistema escolar de los más exigentes del mundo, con una sociedad con una presión sobre tu vida tan fuerte y con un sistema médico súper estricto sobre el uso de medicamentos y sus dosis ).

Es decir: tu no puedes ir a Japón con una caja de eso en tu maleta, por mucho que tengas cuarenta y dos papeles de cualquier médico del mundo diciendo que tu lo necesitas y que en tu país es legal.

Es más: en los Juegos Olímpicos, donde las leyes del deporte las dicta el Comité Olímpico Internacional, todo está bien pero, al celebrarse en Japón, la ley nacional sobrepasa a las leyes sobre doping o uso de medicamentos en dicha competición, momento que, si la atleta pasa un control antidoping y le encuentran trazos de Ritolin, aunque para el comité organizador de los Juegos Olímpicos pudiera estar la cosa bien, porque la atleta informó de su uso por su enfermedad, en Japón se metería en un problema de tres pares de narices.

Y en Japón, las cosas de drogas son asuntos muy, muy serios...

¿Y qué pasa si entonces no puede tomar su medicamento?

Pues pasa todo lo que estás viendo: la atleta no es capaz de rendir al nivel que el medicamento le facilita... Y con eso, la atleta deja de ser competitiva, momento en el que, o sigues para adelante y puedes acabar haciendo un ridículo espantoso, cosa que no gustará a tus patrocinadores, que huirán de ti como alma que lleva el Diablo, mientras además esos contratos que se firmaron para poder usar tu imagen pueden incluso costarte algún disgusto, o te retiras, empiezas a contar la historia de tus problemas psicológicos, ponemos los violines, lo llamamos "coraje" y nos echamos todos a llorar y a poner bonitos tweets y fracesitas cuquis en tu red social favorita.

Porque es curioso: ya han habido otros atletas, también estadounidenses, que de pronto, al aterrizar en Japón, han tenido exactamente la misma reacción.

Y nadie dice que, efectivamente, al aterrizar y darte cuenta de que eso por lo que has estado trabajando catorce horas diarias durante cuatro años, sábados y domingos incluidos, no te pueda dar una crisis de ansiedad, porque eso es perfectamente factible.

Lo que sí digo es que, cuando tu rendimiento depende en tan enorme medida en un medicamento cuyas cualidades son precisamente convertir a tu mente en un robot, si ese medicamento en el país donde se vaya a celebrar el evento no está permitido, entonces se va el invento a hacer puñetas.

Y de eso va este rollo: ahora que el juguete no funciona porque le falta ese medicamento, te empiezan a contar milongas de superación y demás, cuando lo que está aquí en juego son, por una parte, una serie de medallas que Estados Unidos no conseguirá, lo cual impacta a su comité olímpico nacional en su capacidad para atraer fondos para pagar a sus atletas, a la atleta sobre las que dichas medallas le iban a suponer un impacto económico enorme, tanto para ella, como para sus patrocinadores, que se va al garete, y toda una corte de gente de por medio que está haciendo lo imposible por salvar los platos.

Porque esto no va de Simone Biles, o de la superación de problemas psicológicos, o de si los japoneses son más o menos estrictos con el uso de según qué medicamentos, estén regulados o no: esto va, simplemente, de dinero, repito, mucho dinero.

Y ahora, que nos pongan muchas imágenes y mucha cantinela... Te lo van a repetir catorce veces: "Mujer", "Afroamericana", "Heroína", "Coraje", "Sufrimiento"...

Van a apelar a tus sentimientos para que su icono no se vaya al garete y su marca deje de valer todo el dinero que, unos y otros, esperaban sacar de ella.

Lo siento: no me gusta meterme en estos fregados... Simone Biles es una atleta irrepetible, alucinante, con unas cualidades físicas de un portento casi celestial, que se ha visto en una situación donde un medicamento para hacer que ese cuerpo y esa habilidad pudieran estar al nivel que se esperaba, en el momento en el que no ha estado, nos ha enseñado lo que el resto de sus competidoras tienen que lidiar en su vida, en países donde ese desorden no se conoce o, si se conoce, no se medica o se trata con cosas como el Ritolin.

Dinero, damas y caballeros... Todo es dinero: no hay más.


Paquito

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Twitter: @paquito4ever

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