El Bloqueo - Parte 1
Buenas,
Ha pasado algún tiempo y eso, para empezar, no es buena señal (la sequía mental ha sido pronunciada).
Mi cerebro en los últimos meses con respecto al blog |
Para empezar: ¡Feliz año nuevo! Espero que hayas tenido una buena y tranquila Navidad en compañía de aquellos que, en esas fechas, reaparecen en nuestro presente para recordar nuestro pasado y darnos esperanza en el futuro.
Hoy la cosa va, precisamente, de qué ha pasado exactamente estos meses: he apetecería haber escrito sobre otros temas, pero hoy esto va de mí, así que ponte en posición de "me va a dar una chapa clamorosa", porque hay que condensar varios meses de sucesos.
Marzo de 2018
Al final del primer trimestre del año, se produce un cambio en mi trabajo: mi jefe nos anuncia, en una reunión de departamento, que ha decidido volver a su país, así que gracias por todo y luego ya si eso.
Su sucesor, alguien a quien más o menos conocía de vista y al que nunca había tratado personalmente, le releva sin muchos aspavientos y una nueva andadura se pone en marcha.
Mi primera charla directa con el sucederá, en plan “de tu a tu”, casi un mes más tarde: estoy metido “en mi mundo, que nadie entiende”, lo cual puede estar bien (o no, que diría nuestro bloguero de tierras del noroeste de mi añorada península) así que, siguiendo los consejos de un muy buen amigo, con pasado en consultoría, decido darle visibilidad de mi existencia (“Es bueno que, de vez en cuando, el jefe sepa que existes: si no estás en la foto, no existes y, si no existes, si vienen palos, eres de los primeros en caerte”)...
En ese ratito que decido contarle a qué dedico mis días en la empresa, recibo buenas vibraciones: el tipo tiene buen talante, tiene una honestidad que roza la ingenuidad, o eso parece (mi sentido arácnido se pone en alerta: nadie que parece tan ingenuo puede llegar hasta según qué posiciones en una empresa, pienso para mis adentros), pero decido conceder el beneficio de la duda, por cuanto la música que me está tocando me gusta.
Un par de meses más tarde, uno de mis antiguos proyectos, “la joya de la corona”, se queda huérfano cuando, la persona a la que se lo delegué, desaparece de la empresa con un “Adios muy buenas” escrito por su jefe...
Acaba en mis manos y, a partir de ahí, decido evaluar que se ha hecho en los dos años desde lo que dejé tras de mí.
El resultado no es bueno, pero una de las pocas cualidades que todavía tengo es que soy muy bueno poniendo orden en el caos y que en resolución de problemas organizativos y de procesos soy realmente bueno (de esto hablaremos más tarde).
Me pongo manos a la obra: de momento, me lo dejan a mí porque soy el único que más o menos sabe, quiere o puede meterle mano.
Unos días más tarde, el máximo ejecutivo de la organización, recién llegado a su puesto, pone un mensaje relativamente críptico sobre el futuro de la organización...
“Vienen palos”, pienso para mí mismo...
Si ya tienes una cierta edad o si has trabajado en multinacionales, cuando se mandan mensajes de según qué formas, los más viejos del lugar empezamos a “leer los posos del café” (o, en inglés, “leer las hojas del té”): es un ejercicio relativamente sencillo, basado simplemente en experiencias de mensajes anteriores que hayas recibido en tu vida: un lenguaje vago, hablando sobre los desafíos del futuro, sobre la necesidad de adaptarse a un mundo lleno de fluctuaciones, sobre dar un paso adelante...
En ningún momento se utiliza la palabra “cambio”: eso me pone en alerta máxima y, como a mí, a otros a mi alrededor, que empiezan a elucubrar qué es lo que se está queriendo decir.
Aquí es donde uno se da cuenta de quién está a por uvas, quién no lo está, quién tiene miedo y quién no (este último factor, el miedo, suele tener una correlación bastante pronunciada sobre la capacidad de la persona que lo siente y de sus posibilidades de sobrevivir a un cambio brusco e inesperado en su futuro profesional).
No falla.
En mi segunda reunión “de tu a tu”, decido abrir el kimono: estoy muy mayor para según qué batallas y situaciones así que, sin tapujos, pongo la katana en la mesa en señal de son de paz y abro la boca:
“He leído el email... Sé lo que significa... Vienen palos y sé cómo acaba esto: sólo quiero decirte que yo no voy a entrar al trapo. Lo he visto en otras organizaciones y he visto lo que este tipo de cosas causa en la gente: sacan lo mejor en algunos y lo peor en otros... Por eso, te lo repito: no voy a entrar al trapo y aceptaré mi destino sin causar problemas”.
Mi jefe intenta jugar al despiste: “Yo no lo veo así”...
Unos días más tarde, en una conferencia telefónica, otro ejecutivo termina de confirmar que los posos del café siguen sin ser un gran misterio para mí: "se acerca marejada fuerte".
Al mismo tiempo, una posición se abre para llevar mi proyecto de forma oficial: decido presentarme y, como en otras candidaturas, informo a mi cadena jerárquica (soy transparente y procuro que todo lo que hago sea igual: desconfío de la gente que no lo es, porque, una vez más, mi experiencia con la gente que no lo es, sistemáticamente acaba oliendo a inutilidad encubierta) y me voy a por ello.
Como soy “el creador” y el actual “dictador benevolente” (cargo auto-otorgado a mí mismo, porque desde hace un tiempo he decidido que las convenciones empresariales no se aplican a mí), la primera entrevista de perfilado se la saltan por razones obvias.
Voy directamente a la segunda (una formalidad, teniendo en cuenta que el puesto busca a alguien con un conocimiento muy específico del área que sólo un puñado de personas en la organización posee) y, de ahí, acabo convocado a una última entrevista, con una reunión, en un día y una hora precisa, donde deberé presentar un caso práctico y demás.
Mientras tanto, la vida sigue: dado mis horarios irregulares de sueño, estoy llegando a la oficina a las 11:30 de la mañana y saliendo de la misma sobre las 21:00 todos los días.
Preparo el caso práctico el fin de semana antes de la reunión (marcada para el lunes por la tarde): decido utilizar la teoría de “primeros principios” (por la cual, todo problema debe ser descompuesto en sus partes más fundamentales para poder ser resuelto sin fisuras) y, en un par de horas, me lo escribo todo.
Es un problema relativamente complejo sobre áreas no relacionadas directamente con el área de la misma, pero que se ven altamente influenciadas.
Por eso, porque no conozco exactamente los entresijos de las mismas, los primeros principios me ayudan a diseñar una estrategia que, o bien hace que me echen a patadas de la reunión o, quizás, me ayude a construir un discurso coherente.
Cuando llego por la mañana del lunes a la oficina, veo a alguien de otro país en mi zona y sonrío: “Me parece que sé por qué estás hoy aquí”, empiezo diciendo: “Hoy, serás mi competencia”.
Esa persona fue la que, hace 3 años, recomendé para el puesto que, ese día, ambos vamos a intentar conseguir.
Y el tipo es bueno... Jodidamente bueno... Repito: yo le recomendé a el en su día (y, honestamente, sólo hay dos personas que lo pueden hacer como yo creo que se debe hacer: él o yo).
La hora de la verdad llega: la reunión empieza con algunas preguntas y, por fin, se me da el clicker para pasar transparencias en la Powerpoint, conecto el proyector a mi portátil y empieza el espectáculo.
Showtime.
Continuará (que si no esto va a quedar largo y así me da para varios posts :-)).
Paquito
Emilio: sugerenciasapaquito (arroba) yahoo (punto) es
Twitter: @paquito4ever
No nos dejes con el alma en vilo y haz un poco de spoiler, hombre
ResponderEliminarBuenas QWERTY:
EliminarGracias por pasarte por aquí: todo un placer.
Espérate al martes para la segunda parte: te resolverá algunas dudas :-)
Intenté hacerte un spoiler desde el iPad, pero con los bloqueadores de publicidad y demás, no soy capaz de escribir comentarios desde ahí (honestamente, te fui a hacer un spoiler pero, gracias a esa circunstancia, he acabado escribiendo en la cama para lo que se viene).
Un abrazote y mil gracias por pasarte por aquí.
Paquito.
Muy buenas:
ResponderEliminarSol en Galicia hoy, un poco de temporal en las alturas, pero seguro... SEGURO que se está mejor que en Tulipandia, como diría nuestra bloguera "Utrechtser" (ya no recuerdo si se dice así).
Veo que has leído mis post... ¡qué revuelto está todo por aquí! Pero ojalá algún colectivo feminista se diese cuenta que en Europa del Norte hay índices más altos de violencia machista, pero no, seguimos prefiriendo decir en las manifestaciones "Estado machista, Estado terrorista" y demás consignas paletas. Como bien dices, continuará.
Estoy expectante ante tus nuevos post. A ver qué sorpresas nos deparas, no dejaré de leerlos. Y como dijo una vez un cargo del consulado español ahí al que era director de mi programa educativo, ante un caso de un director insoportable de una escuela holandesa que alquilábamos para dar nuestras clases, "que si hacía falta contrataba a unos rumanos y en una calle oscura de "x" ciudad, que pareciese un accidente", al más puro estilo España cañí. Era bruto como un arado y ya hace muchos años que no anda por esas tierras bajas, bajas, bajas. Pues eso, al "extranjero" espero que le hayas dado leña, verbal, pero leña razonada
Seguimos en contacto
Alfonso
Buenas,
EliminarGracias como siempre por pasarte por aquí: todo un honor :-)
Aquí hoy empieza a nevar: la mierda blanca (hay que vivirlo un tiempecito para matarle todo el romanticismo) caerá sobre nosotros y convertir todo esto en un barrizal absurdo y resbaladizo.
Lo de los rumanos, efectivamente, tiene toda la marca España de la que algunos intentamos deshacernos como podemos (nuestro país es catorce mil veces mejor que todo eso, pero desafortunadamente la vida funciona a partir del mínimo común denominador y, ese tipo de ejemplos, mal que nos pese, son los que suelen sobresalir frente a las cualidades positivas de los lugares de donde venimos).
"El extranjero" es un hombre encantador al que le tengo un cariño enorme: por desgracia, ese día, fuimos competidores.
Pásate por la actualización, que la cosa continúa.
Un abrazo y, de nuevo, mil gracias por pasarte por aquí.