De cómo el COVID rompió la cadena logística del mundo

Buenas:

Supongo que, como yo, para ti, los dos últimos años se te han podido hacer un poquito largos.

Esto, ya digo, es al menos lo que siento yo: una de las cosas que, de verdad, estoy deseando, es que esto se acabe de una vez y que, por fin, volvamos a esa normalidad donde el mundo recobra un ritmo de vida "lógico", con sus ventajas y desventajas.

Cuando ya parecía que la cosa iba mejorando, nos empezamos a encontrar con que, de nuevo, los casos de contagio empiezan a repuntar y, poco a poco, ¿Cómo no? Los hospitales empiezan a llenarse otra vez de personas con problemas respiratorios y otros síntomas que nos indican que, como la cosa no se cuide, te puede dar una desgracia.

Mientras el deseo de recobrar ese ritmo de vida "lógico" persiste en mi cabeza, en los últimos meses el mundo se está enfrentando a una serie de desafíos que, debido a nuestro absoluto desconocimiento del sistema, se han ido dando por supuestos y que, ahora, empiezan a dar síntomas de fatiga.

Toyota abrió la caja de Pandora...

Ya te conté en otro post la historia del "Toyota Production System", el sistema de producción y montaje del mayor fabricante de coches del mundo que, en su día, cambió para siempre la forma en la que entendemos la manufactura de productos y, sobre todo, la complejidad logística necesaria para tal fin.

El TPS introdujo conceptos como "Lean Manufacturing" (una mala traducción lo llevaría a decir algo parecido a "fabricación ligera") donde el proceso de ensamblaje o fabricación se reducía al mínimo estrictamente necesario para poder poner las cosas en su sitio, reduciendo niveles de almacén hasta niveles del tipo "horas de inventario" y poniendo toda la presión en los distintos proveedores que iban y venían aportando las distintas piezas o componentes que, en cada momento, y de forma estricta, eran necesarias (ni una más, ni una menos).

Esta última parte es quizás la más conocida de todo el asunto: la logística "Just in Time" ("Justo a tiempo"), donde todo el proceso de recepción y salida de mercancías, productos o componentes se ajusta a la demanda exacta en cada momento, eliminando inventarios y reduciendo costes para el fabricante, el cual los repercutirá sobre sus proveedores y clientes (nada se pide hasta que se necesite y nada se fabrica hasta que no se pida en primer lugar).

La consecuencia de eso, en su momento, fue la creación del gigante Toyota que, a su vez, ganó agilidad, redujo costes e incrementó sus niveles de calidad hasta el punto en el que, a día de hoy, sus coches son sistemáticamente premiados y evaluados como los más fiables del mundo.

Y de aquellos polvos...

Cuando Toyota puso en práctica su libro y sacó los muy positivos réditos que ya he descrito, otros, en diferentes industrias, empezaron a seguir el ejemplo.

Durante los últimos 30 años la cadena logística del planeta se ha ido, poco a poco, limando en el espíritu de esa "manufactura ligera", donde un cada vez más complejo engranaje tiene menos y menos margen para el error y llega al extremo de que algo como el aleteo de una mariposa pueda alterar el destino de un producto, una empresa o toda una industria.

Era una cuestión de tiempo que algún día sucediera algo medianamente grande: en diferentes épocas, inundaciones en Tailandia (mayor fabricante de discos duros del mundo), o Tsunamis en Asia (disrupciones en las fábricas de componentes de Japón o Taiwán) nos han ido enseñando que, mientras los principales fabricantes de productos del mundo decidían deslocalizar toda su producción en Asia, en general, y en China, en particular, los potenciales riesgos de que algo por aquella zona pudiera salir mal tendría las consecuencias que, poco a poco, como un lento reguero de piezas de dominó, empieza a desmoronarse, pieza tras pieza...

¿Cómo afecta una pandemia al comercio mundial?

Con la pandemia, una de las cosas que primero se paran es la fabricación de coches una vez que el personal se queda en casa trabajando...

Los fabricantes de los mismos, ante la retracción de la demanda de lo que es un objeto de semi-lujo de la clase media que, a su vez, son más próximos a ordenadores personales con ruedas que a un vehículo mecánico, dejan de comprar componentes electrónicos avanzados (chips) a las poquísimas (hay tres de gran escala) factorías que los producen en el mundo.

Pero mientras la demanda de chips cae inicialmente, esa misma demanda pronto se recupera y se supera incluso por el hecho de que millones de personas empiezan a trabajar desde casa y empiezan a adquirir todo tipo de cachivaches para hacer su experiencia del trabajo en remoto un poquito más placentera y productiva, desde máquina de café con BlueTooth y Wi-Fi, que te avisa cuando el líquido elemento acaba de terminar de hacerse, a portátiles, monitores, ratones, routers con mejor conectividad inalámbrica... Lo que se te venga a la cabeza y que use un mínimo de tecnología avanzada suple inmediatamente el hueco dejado por la ausencia de demanda de chips por parte de los fabricantes de automóviles.

Un año más tarde, cuando las aguas empiezan poco a poco a volver a su cauce, esos mismos fabricantes de coches vuelven a llamar a esas puertas de esos escasísimos fabricantes de chips y componentes electrónicos, los cuales, por las gigantescas inversiones que tienen para conseguir hacer lo que hacen, así como la demanda, tienen unos muy estrictos calendarios de fabricación para con sus clientes y que, como en el cine, si un día te vas de la cola para la taquilla, cuando vuelves, tienes que ponerte el último en la fila.

Ahora imagínate que te saliste de la cola hace un año y que, en tu lugar, hay un año de clientes y de empresas usando esa capacidad que estaba reservada para ti para poder obtener los chips que utilizarán en sus productos.

Y ahora imagínate que la demanda es tan bestia que, o bien pagas salvajadas a esas empresas que están en la cola delante para que te dejen su sitio o, como ha empezado a pasar, los coches que fabricas no se pueden terminar, en el peor de los casos, no los puedes producir del todo en primer lugar o, como está pasando ahora, los modelos del mismo coche en 2021 y 2022, comparado con un modelo de 2020, de pronto no tiene navegador GPS, o BlueTooth, cargador inalámbrico o el sensor de dios sabrá qué idiotez porque, "es eso o comértelo con patatas".

En Marzo de 2021, tenemos el famoso incidente del barco que bloquea el Canal de Suez, que a efectos logísticos, supone una disrupción enorme en el tráfico marítimo porque la ruta entre Asia y Europa que utilizan miles de cargueros llenos de productos o componentes, se paraliza, así que las empresas logísticas tuvieron que elegir si esperar a que el carguero "Ever Given" se pudiera ladear y desbloquear el canal o, simplemente, continuar la ruta hacia Europa a través de la costa de África, que retrasará en varias semanas la entrega de las mercancías.

Como te decía antes: un sistema logístico optimizado hasta extremos increíbles está expuesto a problemas de todo tipo, pero cuando una sucesión de circunstancias se encadenan, el efecto dominó es imparable.

Si no puedes tener los chips que tus productos necesitan para funcionar, tienes que parar la producción de los mismos... Si tus productos, a su vez, son usados para la fabricación de otras cosas, creas un efecto cadena de no te menées, donde el resultado final puede recaer tanto en equipamiento de vehículos, como en maquinaria agrícola o industrial, donde tal pequeño chip resulta que puede ser la clave para que un termostato controle la temperatura y humedad de un invernadero donde crecen los tomates que, en unos meses, pondrás en tu ensalada o, peor, ese chip será instrumental en el equipamiento que utilizarán tus médicos para detectarte tal o cual cosa cuando te hagas tu revisión médica.

Como de pronto la rueda se empieza a mover, de pronto también hay escasez de barcos y contenedores para mover el aluvión que la disrupción del Covid ha creado en la cadena de distribución global: de pronto, mover mercancías es entre 5 y 15 veces más caro.

El aluvión, además, afecta a los puertos o puntos de entrada de mercancías (aeropuertos, zonas francas...) que están completamente desbordados y que produce más retrasos, porque vamos sobrados, tanto en la descarga como en la entrega (y el barco no puede volver a cargar más cosas hasta que se descargue en primer lugar). 

Y todo esto, ya digo, se va conectando poco a poco y nos lleva a situaciones que, si a esto le añades a que el personal que de verdad hace que toda esa logística funcione (los operarios de puertos, cargueros, conductores de camiones) está harto de trabajar como animales, en condiciones de explotación poco concebibles apenas hace unos años, y una cadena logística donde, llegado al punto donde la optimización ya no es posible, más allá de estrujar a los conductores de los vehículos que moverán estos componentes y productos que te harán disfrutar de lo que sea, resulta que nos vemos abocados a lo que van a ser unos meses muy divertidos que pueden desembocar en una crisis económica sin precedentes y que puede dejar a la crisis de 2008 en un día en el parque en comparación.

¡Ah! ¡Se me olvidaba!

Con todo esto, la factoría del mundo, China, de pronto empieza a poner restricciones a la exportación en según qué materías primas y componentes, que considera estratégicos para su propio mercado y, con la que está cayendo, le dan un poder de coerción curiosa para, entre otras cosas, volver a reclamar la unificación de Taiwan con China, que cierra el círculo sobre la actual escasez de semiconductores y demás que empiezan todo este embrollo...

Punto aparte es el impacto climático de todo esto: nos estamos cargando el planeta a pasos acelerados, porque no podemos esperar a que nuestro nuevo teléfono, que necesitamos sí o sí, porque ahora la cámara tiene dios sabrá qué pijada, llegue un par de días más tarde, o porque para que nuestra camiseta de algodón, cosida en factorías donde las condiciones son infrahumanas, el algodón y los diferentes procesos de fabricación pasarán por una media de 50 países antes de que llegue a la tienda o a la balda en el almacén de la página web donde la compres.

Porque de esto va el rollo...

El rollo va de que "a río revuelto, ganancia de pescadores" y, ahora mismo, el pescador con la caña más grande, con más anzuelos y más ganchos es China: el resto del mundo está empezando a descubrir qué sucede cuando pones todos los huevos en una única cesta y el propietario de la misma cedide que esos huevos los manejará a su conveniencia.

Quisimos "manufactura ligera" y hemos conseguido una "manufactura raquítica": diez puntos para todos nosotros.

¿Y qué hacemos?

No puedes hacer mucho, salvo prepararte: consumo responsable (es la hora de revaluar si cuando queremos comprar algo es realmente algo necesario o no), de proximidad, si es posible, intenta evitar consumir productos de compañías que traten a sus trabajadores como basura (prepárate: no hay muchas y sus productos suelen ser más caros como consecuencia) y, si no te es posible, al menos sé consciente de qué está pasando y por qué.

Es curioso ver ahora a según qué naciones, así como a sus medios de comunicación (te estoy mirando a ti, Reino Unido) quejarse de según qué cosas que fueron ellos mismos los primeros en ponerlo en práctica, en detrimento de sus industrias y trabajadores locales (estos además tienen el Brexit, pero eso ya es otro rollo: el primer caso en la historia de una nación que decide aplicarse sanciones económicas a sí misma al desconectarse del mercado común europeo).

Maldición china: "Que vivas tiempos interesantes"...

Los estamos viviendo, sin duda alguna, pero, si aquí viene lo peor, como se dice por mi tierra: "Y lo que te rondaré morena".

Seguiremos informando


Paquito

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Twitter: @paquito4ever

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