El bloqueo - Parte 3

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La primera parte de la llamada telefónica pinta bien: he clavado el ejercicio que me propusieron y eso, por lo menos para el ego, sienta bastante bien.

Pero, recordemos una vez más, la voz que al otro lado del micrófono (el teléfono ya no se usa: hoy en día todo se hace a través de llamadas de voz sobre IP a través del ordenador) empezó la conversación diciendo que tenía buenas y malas noticias.

Así que, las buenas noticias, hasta donde yo sé, han sido satisfechas.

Ahora, por tanto, llegan los palos.

Se me encoge el corazón y empiezo a respirar despacio: "Esto ya me lo han hecho antes", pienso para mí mismo, mientras comienzo a construir toda la batería de preguntas de tal forma que, sin ser jamás maleducado, me expliquen al menos lo que, me temo, me van a anunciar.

Unos meses antes, en una situación similar, lo mando todo a la mierda, me dejo de zarandajas y voy al grano para, entender, qué ha pasado y, para mi sorpresa, se me conceden, siempre "off the record", una serie de explicaciones que, además de entristecerme, me ponen del hígado.

Alguien me ha traicionado.

Todo esto se apelotona en mi cabeza en los segundos que distan entre que la persona termine de elogiar mi ejercicio y empiece a hablar para darme las malas noticias.

"Las malas noticias" empieza diciendo, "es que la posición se ha congelado".

Silencio...

Recuerdo que me explica más o menos lo que ha pasado, como también recuerdo que me mordí los labios para no decir nada, porque en este tipo de cosas, consejo de perro viejo y mojado, lo mejor que puedes hacer en estos casos es dejar que el silencio haga que la otra parte continúe hablando.

La conversación / monólogo, a partir de ese momento, versa sobre qué va a suceder entonces: "Si la posición se vuelve a abrir, es tuya, sin ningún género de duda... Mientras tanto, continúa haciendo tu trabajo tal y como lo estás haciendo".

Vale... Calma todo el mundo: no hemos perdido la guerra y, en el fondo, son buenas noticias, porque lo se me está diciendo es que, si el puesto se vuelve a ofertar, es mío.

Pero, a su vez, el anuncio de la organización se pone como un gélido aliento en mi nuca: entramos en modo contrarreloj, lo cual, cuando uno depende de cosas que no están en su mano, supone un factor que, como cuando uno va en el coche, te obliga a mirar al retrovisor para ver qué hace el conductor que va detrás de ti.

La llamada termina con una petición de prudencia: en los próximos meses, mantendré un muy discreto silencio que sólo un par de personas de mi absoluta confianza sabrán leer.

Porque, y esa es la segunda parte de esta historia, las condiciones de mi trabajo son muy peculiares (no sé por qué o cómo lo hago, pero mi vida profesional está llena de situaciones peculiares, donde las normas se mueven siempre en un gris marengo, a veces para mejor y, más a menudo, a veces a peor).

Precisamente eso, es lo que, en un tiempo, me convertirá en alguien muy popular en mi entorno de trabajo más próximo.

Y eso, puede que no sea bueno...

Continuará.

Actualización: Puedes leer la cuarta parte haciendo clic aquí.

Paquito
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Twitter: @paquito4ever

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