El bloqueo - Parte 5

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En España, se cuenta popularmente que el día de la salud, es el 23 de Diciembre, que coincide justamente con el día después del Sorteo de Lotería de Navidad, tradición ludópata mantenida durante más de 200 años y en la que, una enorme mayoría de españoles, sigue participando.

Dado que no todos pueden ganar el primer premio, religiosamente todos caemos en el tópico de decir, justo al día siguiente, que lo más importante es la salud.

En mi caso, mi sorteo de Navidad empieza en Octubre...

La cosa llevaba un tiempo mal: entre el enorme cansancio mental y los extraños problemas de salud, que me hacían despertar indefectiblemente a las 3 de la mañana, ardiendo y con el estómago hinchado, decido por fin acercarme al médico (y es que, entre que el sistema médico aquí es para echarle de comer aparte y que uno, además, procura ir al médico sólo cuando creo que algo sí que es serio de verdad, la verdad es que mi consulta apenas sabe de mí)...

Mi médico está lejísimos, pero lo mantengo porque su consulta está completamente equipada con productos de Apple y porque, además, son bastante agradables.

La cosa ha cambiado desde la última vez: la consulta que una vez tuvo a mi doctora ahora tiene a tres doctores y a todo un equipo de asistentes.

Mi primera sorpresa es que mi doctora ya no es la que abrió la consulta, sino una holandesa.

Después de contarle un poco qué es lo que está pasando, me piden hacer análisis de sangre y de otras cosas.

Pacientemente, todo se hace y, una semana más tarde, revisito la consulta para obtener los resultados.

Algo que no me gusta del sistema holandés (y que he validado con un montón de personas de otros países del mundo) es lo tremendamente parcos en explicaciones que son.

Así por tanto, cuando llega la hora de la verdad, mi doctora sólo me dice que “tienes una bacteria” y, después de repetir la consabida pregunta “¿Y cuál es esa bacteria?”, obtengo finalmente mi respuesta:


Ni flauers...

Obviamente no me va a dar ninguna instrucción concreta, más allá de recetarme antibióticos (código para “la cosa debe ser seria, porque aquí no recetamos antibióticos ni de coña”) así que, según salgo de la consulta y camino hacia el coche, empiezo ferozmente a buscar en internet qué diablos es la bacteria esa, los síntomas, sus efectos y qué hacer al respecto.

“Bingo”, pienso para mi mismo al leer los síntomas: efectivamente, la señora cuando se activa te provoca hinchazón y te sube la temperatura del cuerpo.

La bacteria, además, se activa con alimentos que producen acidez, entre ellos, principalmente, el tomate...

Este detalle, de pronto, conecta todas las piezas del rompecabezas: en las últimas semanas, para enriquecer de sabor las verduras al wok que suelo hacer, he estado usando salsa de tomate.

Ahí es donde descubro que la mejor forma de evitar la acidez y uno de los posibles efectos de la bacteria (una úlcera péptica) es evitar toda una serie de ingredientes y alimentos que, curiosamente, han conformado casi casi  80% de mi dieta en los últimos meses.

En ningún momento, mi doctora me ha dicho nada de eso... Tengo que ser yo, buscando en Internet, quien tiene que aprender qué cosas puedo y no puedo comer teniendo lo que tengo.

Y menos mal... Menos mal...

Los antibióticos tienen efectos curiosos en mí: entre ellos y que ahora, gracias a mi investigación en internet, apenas puedo comer cuatro cosas, mi cuerpo empieza a cambiar para mejor.

Un mes más tarde, aterrizo en España, donde, entre que me encuentro mejor y que el Hogar (con mayúsculas) sufro efectos curativos impagables (como el sofá del salón en Madrid, que es el lugar del mundo donde mejor duermo).

Esa alegría dura dos días: en un descuido, no sé exactamente cómo, sufro otro episodio donde acabo, como un reloj, a las 3 de la mañana despierto, con el estómago inflamado y con mi cuerpo ardiendo.

Hace un mes que he dejado los antibióticos (es un tratamiento de choque de 7 días)...

Una cosa divertida que aprendes teniendo esto es la cantidad de cosas que se dan por supuestas en mi país: con este problema, no puedes comer ajo, cosa improbable en otros lugares del mundo, pero que en mi país es cuasi omnipresente.

En un episodio ya mítico, siendo invitado a un restaurante peruano fantástico, al ir buscando en el menú un plato que pueda comer, veo algo que, a priori, parece que pasa la criba.

El menú dice: “Pasta con verduras y pollo”.

Al ir a pedirlo, le pregunto al camarero qué tiene exactamente el plato... El hombre toma el menú y, con el índice derecho de su mano indicando la línea donde está escrito, me dice lo siguiente (abro comillas: tengo un testigo que puede confirmar que lo siguiente es cierto).

“Pues... Es un plato que tiene pasta... Con verduras... Y un poco de pollo”.

PROCEDURE...

Paquito: No, si leer sé, lo que pregunto es que cómo está cocinado.
Señor Camarero: Ehhh... No lo sé: tendría que preguntar en la cocina.

Como en el infierno de Dante, abandono toda esperanza y pido otra cosa de la que, desafortunadamente, apenas puedo tocar un arroz blanco y una carne estofada en el contenido del preparado (una verdadera lástima).

En otro momento, queriendo comer con otro buen amigo, con los problemas que tengo, acabamos en una boulangerie (una panadería, para los que se dejan de gilipolleces) pijo-chupi en el centro de Madrid, donde te puedes sentir y pedir café, bebidas y repostería...

Y entre que los tipos nos dan 15 minutos para comer (iban a cerrar para limpiar) y que no puedo comer nada de repostería, nuestro almuerzo consistirá en una botella de agua y dos tostadas con aceite de oliva, una para cada uno.

Y así una y otra vez, una y otra vez, pidiendo mil disculpas a las personas con las que voy quedando para comer y, además, con la extraña sensación de que, cada vez que pregunto en un restaurante cómo se cocina exactamente tal o cual plato, los gestos de desaprobación por parte de los camareros se empiezan a convertir en mi rutina.

Sólo en un lugar, en un hotel cercano a La Gran Vía madrileña, quizás más acostumbrados a guiris con restricciones en su dieta como yo, la cosa es absolutamente al revés: el amable camarero se desvive y, es más, en un momento determinado, después de confirmarme algo, vuelve de inmediato para informarme de que en la descripción de una cosa (unas patatas que se suponían que son sólo al horno, porque no puedo comer nada frito) se ha equivocado (las patatas se hierven un poco, después de meten en el horno y finalmente se les da un vuelta y vuelta en una sartén con un sofrito que contiene ajo), pidiéndome si hay algo que se pueda hacer (le pido que se salten el último paso, que por lo demás es perfectamente valido).

Esa enorme amabilidad me hace tener una cena fantástica con un buen amigo y me hace dejarle una buena propina a nuestro amable camarero.

Soy un cliente muy fácil: si me tratas bien, te llevas una propina a la Europea (10% del valor de la cena) y, si me tratas muy bien, te la llevas a la Americana (20%).

Mi vuelta a Holanda termina conmigo haciendo otro análisis en Nochevieja...

El bloqueo mental, gracias al descanso y a la recuperación de salud, se empieza a deshacer: comienzo a leer a velocidad de crucero y me devoro en total unos 14 libros durante el tiempo que estado fuera de la oficina.

Unos días más tarde, se me confirma por teléfono que ya no tengo la bacteria, pero le digo a la asistente que me da los resultados que eso puede ser, pero que yo sigo teniendo problemas.

Esto, además, coincide con mi vuelta al trabajo: tardo unos días en volver al modo “te pagan porque todo lo que haces te importe un bledo” pero lo consigo.

Ahora, sólo falta lo mejor: la segunda cita con mi doctora.

Y esto, otra vez más, nos traerá inesperados acontecimientos.

Actualización: Puedes leer la sexta parte haciendo clic aquí.


Paquito
Emilio: sugerenciasapaquito (arroba) yahoo (punto) es
Twitter: @paquito4ever

Comentarios

  1. Buena entrada. Yo también tuve más de una experiencia no muy grata con el Servicio Nacional de Salud escocés, en Edimburgo. Y sin embargo tuve una muy muy positiva, de esas que te salvan la vida, aunque no sea de inmediato, ni de total urgencia.
    Pero te puedo afirmar que el tema de salud, hospitales, vejez (o envejecimiento progresivo e imparable), servicio sanitario, etc, fue uno de los puntos que más pesó en mi final decisión de volver al terruño patrio (si es que todavía se puede usar esta última palabra).
    Me ha gustado descubrir tu blog. Aunque confieso que todavía sólo leí dos o tres entradas. Me sonabas de tus comentarios en el blog de Pelocha, el cual sigo también, y cuya autora conocí en su día.

    Un saludo

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    Respuestas
    1. Buenas Jorge:

      Gracias por la visita y el comentario: todo un placer y un honor recibir una visita a través de la bloguera dicharachera :-)

      Ningún sistema sanitario es perfecto: el NHS está ahora mismo sufriendo lo que les hicieron a "aquí mis amigos" y lo que intentaron en la sanidad madrileña (la privatización a través del empobrecimiento de los servicios para que el personal se la trague doblada).

      Esa es la parte preocupante: el sistema aquí no busca la prevención porque, aún siendo a largo plazo más rentable, a corto es más cara, de ahí que no se invierta en ella (de esto podría hablar, pero no debo por cuestiones profesionales).

      Me alegra conocer a un lector nuevo: ojalá el contenido te guste y te quedes por aquí más tiempo :-)

      Gracias una vez más por tu visita, tu comentario y un cordial saludo.

      Eliminar

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